En este tiempo veraniego siempre surge en cualquier círculo el tema del descanso y de las vacaciones. Lo que vivimos en las vacaciones es bueno que no pase a nuestra escala de valores y a nuestra vida de fe. Muchas veces, sin darnos cuenta, pasamos del extremo del trabajo al extremo del descanso, y eso lo aplicamos en ocasiones a la vida de la fe.

Es preocupante que los que nos decimos practicantes no busquemos en nuestro merecido descanso vacacional pequeños momentos para dedicar a la reflexión, a la oración y planificar también cómo participar en la eucaristía dominical. Parece que nos ha dado una demencia en el tema de la fe y vivimos como si no nos acordáramos de Dios.

Pero hay otro fenómeno no menos sorprendente que tiene que ver con la vivencia de la fe en las vacaciones de verano: la de los arqueólogos de la fe. Si a los anteriores podríamos llamarlos "dementes de la fe" porque se olvidan, otros se acuerdan de la fe -o, mejor dicho, de las expresiones populares de la fe- cuando acuden al pueblo en el verano. Es como si de pronto descubrieran en sus corazones la añoranza de lo de antaño y quieran participar de la vida social de un pueblo marcada en parte -aún- por las celebraciones religiosas. Si los anteriores no buscaban la posibilidad de la oración y la eucaristía dominical, estos buscan y proponen celebraciones diversas que, para hacer honor a la verdad, algunas son aprovechables para la oración, la evangelización y la celebración de la fe, pero otras muchas son meros escaparates de trajes regionales, una actividad más en un programa cultural o de fiestas, o una recuperación anacrónica de alguna fiesta ya inexistente, y que se recupera como si de un museo se tratara.

Es necesaria una coherencia: ¿soy cristiano, sí o no? Si es que sí, he de buscar en mis vacaciones momentos para Dios. Si es que no, o estoy apartado de la Iglesia, tengo que saber que las puertas están siempre abiertas para participar y ayudar; y si esto me lleva a que en verano me he encontrado con Dios, el compromiso principal con la fe tengo que hacerlo en mi vida cotidiana, en la parroquia de la ciudad donde vivo los otros once meses del año. En vacaciones la arqueología para el turismo cultural, la demencia para los problemas del trabajo y la coherencia para la fe.