La muerte de ningún ser humano nos deja indiferentes, pero algunos crímenes causan más estupor que otros: viajeros en un aeropuerto, jóvenes divirtiéndose, niños en una escuela, familias celebrando en un día festivo, en las mezquitas o en un mercado, las víctimas pueden ser cualquier tipo de personas desde un ciudadano común, un político y ahora un anciano sacerdote celebrando la misa de la mañana. Todas esas muertes cumplen un objetivo común: causar zozobra y desconcierto, crear alarma, dolor y sobretodo, hacer sentir la presencia del enemigo, son su mensaje para el mundo. No debemos quedarnos en la respuesta emocional, eso es solo una reacción, hay que ir más allá en nuestro análisis: ¿qué buscan?, ¿cuál es realmente el objetivo?, ¿quiénes los manejan? Lo que sabemos de los atentados hasta ahora es más bien poco: se fundamentan en ideas radicales, las víctimas suelen ser ciudadanos comunes, los victimarios son sujetos radicalizados, marginados socialmente, pero lo que realmente cuenta son los resultados.

En los últimos atentados hemos visto de todo: inmigrantes o hijos de inmigrantes, nacionales radicalizados por Internet, neofascistas, excombatientes con desequilibrios psíquicos, indignados ante los últimos crímenes cometidos por la policía en USA, pero en todos ellos vemos un trasfondo ideológico que los mueve a actuar, lo más difícil es saber algo más porque siempre mueren, abatidos o autoinmolados.

Aparentemente se causa un gran daño al mundo musulmán, queda en el ambiente que detrás de todos esos atentados y crímenes individuales, hay una organización específica, la cual aparentemente se aprovecha de todos los crímenes para mover un poco más su propaganda terrorista, así ni conozca al asesino, aunque algunos de esos atentados no parecen pertenecer a dicha organización, por su modus operandi o por el perfil del ejecutor. Lo cierto es que el mundo musulmán también ha sido víctima de numerosos atentados, algunos países han sufrido más que otros, Francia últimamente y Afganistán y Siria misma, donde el Daesh campa a sus anchas aprovechando el caos interno que viven desde hace años.

Por otro lado, Irán con numerosos apoyos internacionales, ataca a otros musulmanes de grupos menos fanáticos o radicales, por razones territoriales e intereses particulares. Las grandes potencias Rusia y USA mantienen su viejo pulso apoyando fracciones contrarias en esta guerra, los mueven intereses particulares sin duda: dominio del mercado del petróleo, estimular el comercio de armas, desviar la atención mundial de sus errores políticos internos, crear caos para favorecer cruzadas particulares, controlar el congreso o mover electores, no importa las ganancia que cada uno saque de estos atentados, ninguno de los actores es inocente, como suele suceder en toda guerra, solo lo son las víctimas y en algunos casos los asesinos, víctimas de los manipuladores de los ideales. Hay fanáticos detrás de las salvajadas, maquinarias que diseñan el escenario de la guerra, los verdaderos criminales no dejan ver su rostro, maquinarias que mueven millones en negocios ajenos los ciudadanos comunes, que mueren por objetivos tan mezquinos y lejanos como un pozo petrolero, la política turbia de algún país o los manejos amañados de un poderoso. Pero para las víctimas y sus allegados, nada hay más absurdo que la muerte sin sentido.