Como si se tratara de los sanfermines, o del desfile de un paso señero de Semana Santa, las cofradías soberanistas trabajan todo el año para la gran fiesta en la calle del 11 de septiembre, con vistas a la cual han empezado a lo que los sindicalistas llaman (en su caso antes de una gran huelga) calentar motores. Esa pasión por el evento, elevado a razón de ser, es muy catalana, o más bien muy barcelonesa, y refleja sobre todo la necesidad de sentirse unidos en algo, y a la vez de enseñarse bien al mundo para que los vea. Vendría a ser la identidad entendida como identificación y como exhibición. Bien, todo esto resulta legítimo, comprensible, respetable y llevadero pero, como se sabe, no hay venenos, hay dosis. Una Diada de estas las aguas pueden desbordarse, queriendo o sin querer, y entonces sí que estará armada. Confiemos en que un resto de seny siga actuando de moderador.