Como el PP sabe bien que no hay solución, y que pese a tanta campaña a su favor para que se forme Gobierno, a su candidato, Rajoy, le espera el fracaso en la sesión de investidura ya cercana, de finales de mes y primeros de septiembre, en la sombra ha empezado a tejer redes por si se presenta la oportunidad de una nueva investidura allá para octubre, tras las elecciones en el País Vasco. Si el PNV necesitase escaños para seguir gobernando en aquella comunidad, los de Rajoy podían ofrecer su apoyo a cambio a su vez de que los nacionalistas prestasen sus votos para la segunda sesión de investidura. Algo que queda a expensas de los resultados, y aún así les faltaría un escaño para la mayoría.

Un auténtico cambalache, muy posible, del que ya se habla en los ámbitos políticos y al que el PP se aferra como un clavo ardiendo pues sería la última posibilidad real, que si fallase, cosa poco probable ya, haría inevitables los nuevos comicios, pero que ya no se celebrarían el día de Navidad, rompiendo la estrategia burda de Rajoy. Es con lo que se juega ahora por parte de los conservadores, que pese al espurio abrazo de Ciudadanos, verán cómo su candidato muerde el polvo y habrán de prepararse para superar una segunda prueba de investidura si es que el rey designa de nuevo a Rajoy, que es lo más fácil, dado además el escaso interés que el PSOE parece manifestar en cuanto a cualquier acuerdo alternativo en unión de Podemos, que sabe imposible, o casi.

El apoyo del PNV sería para Sánchez un respiro de cara a la coyuntura que tiene frente a sí a día de hoy, aunque ya han anunciado que, en cualquier caso, los socialistas votarán siempre no a Rajoy, en septiembre y en octubre. No solo eso, sino que trasladan la presión al PP al insinuar que podrían cambiar de opinión y abstenerse si el candidato a investir fuese otro y no Rajoy. Una postura que mantienen por coherencia, por palabra, y porque se niegan a admitir, lo mismo que les pasa a 14 millones de españoles, que el PP, un partido imputado por presunta financiación ilegal y salpicado por numerosos casos de presunta corrupción, pueda seguir gobernando. Es una vergüenza, en realidad, inimaginable en cualquier otro país europeo, pero aquí la tradicional desunión y guerra interna de la izquierda lo hace posible y destroza la idea de regeneración democrática. Precisamente a primeros de octubre se van a iniciar los juicios por el escándalo Gürtell, con Bárcenas por medio.

Pero parece que se conforma Sánchez con ser cabeza de la oposición, un triste consuelo, por más que si el PP no consigue alcanzar la mayoría esa oposición sería tan poderosa que no solo gobernaría desde el Congreso sino que pudiera forzar enseguida una moción de censura. Con que tampoco tiene nada de extraño que el PP, dando por perdida la investidura de septiembre, se apreste a buscar alianzas para hacerla posible en octubre. Aunque todo puede venírsele abajo, si los abertzales ganan los comicios del País Vasco o si los votos del PP no son suficientes para pactar con el PNV. Entonces ya no habrá otro remedio que ir a las urnas para las terceras elecciones generales, sean en Navidad o cuando sean.