Y del paladar, y de España toda y de la gastronomía mundial e incluso de la humanidad, siempre que la humanidad tenga el necesario paladar. Hablo del cochinillo asado que ha pasado a formar parte de los finalistas seleccionados por la aseguradora Allianz Global Assistance para competir por el honorífico título de las "7 maravillas gastronómicas España 2016" con el ánimo de convertirlas en representantes para una futura candidatura a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, una inmaterialidad muy material, sobre todo cuando entra en contacto, ya digo, con el paladar.

Hay 20 platos finalistas, que se pueden votar hasta el 20 de agosto. Los castellanos y leoneses estamos en la obligación de votar por el cochinillo asado a todas las horas. Porque el cochinillo asado no solo representa a Segovia y Ávila, también a Zamora y al resto de provincias de nuestra comunidad donde se hace el cochinillo de esa guisa, es decir, asado, como en ninguna otra ciudad y provincia de España.

Toda Castilla y León debe volcarse en la votación. Hay que coronar al cochinillo asado como una de las maravillas gastronómicas de España. Anda que no le gusta a los norteamericanos, a los chinos y a todo el que lo prueba el cochinillo así guisado. Ojo, porque hay otros platos que compiten y que pueden hacerle la cusca al querido animalito. El gazpacho andaluz, el pollo al chilindrón aragonés, la fabada asturiana, la ensaimada mallorquina, las papas arrugadas con mojo picón de las Islas Canarias, la quesada pasiega cántabra, la crema catalana y el pisto manchego pugnan por conseguirlo. Por cierto, me está entrando un hambre descomunal. Es lo que tiene hablar de estas cosas, que se te hace la boca agua. Porque, a ver, hay para todos los gustos, postre incluido.

Hablaba yo de veinte platos, pues bien, allá voy con el resto de los que forman la candidatura y que no son otros que el marmitako vasco, las migas extremeñas, el pulpo a la gallega, el cocido madrileño, los paparajotes murcianos, las alcachofas con almejas de Navarra, las patatas a la riojana, la paella valenciana, el jamón ibérico, la tortilla de patata y el turrón de Jijona. Lo más suculento de las distintas regiones patrias. En esta última hornada figura un adversario que, aunque de la familia del cochinillo, puede hacerle la cusca. Es obvio que hablo del jamón, sin dejar para atrás la tortilla de patata o la paella valenciana. El jamón, cuando es bueno de verdad, oiga, como si lo ponen en la cabeza de un tiñoso que expresa el dicho aquel referido a la sopa.