Tal vez porque se había tocado fondo, tal vez porque la Junta de Castilla y León gobierna ahora en minoría y con una oposición que enseña los dientes, afortunadamente parece que en el tema de la sanidad pública de la región se ha ido últimamente a mejor, aunque todavía resten tantas cosas que mejorar. Parece ser que la presión que los distintos delegados territoriales han hecho cerca del gobierno autonómico se ha dejado sentir, y que diversos aspectos que estaban pendientes se han ido solucionando en busca de un mejor servicio a los usuarios.

Pero es un hecho que después del bache que se ha venido sufriendo desde hace dos o tres años a raíz de las reformas estructurales de la consejería de sanidad, que pusieron patas arriba el orden establecido muy especialmente en las zonas rurales en cuanto a consultas y otros servicios y forma de atenderlos, el estado de la sanidad pública parece haberse equilibrado, para bien, aunque se haya tardado demasiado en lograr los resultados pretendidos. Lo cierto es que parece que las nuevas medidas y herramientas están funcionando, mejor de lo esperado, en realidad, por lo que se confía que no sean tocadas nuevamente en aras de presupuestos o ideas reformistas.

Lo que funciona no se toca. Y después de año y medio de espera, la receta electrónica y la tarjeta sanitaria del mismo tipo se han convertido ya en realidad. Las prescripciones médicas para los pacientes con patologías crónicas son atendidas directamente en las farmacias, en todas y cada una de ellas tanto de la capital como de la provincia. Se temía, por parte de los profesionales, que el sistema pudiera causar problemas, como ha ocurrido en algunos sitios, pero en general parece que no ha sido así, y que esa forma de dispensación de los medicamentos es ágil y eficaz, evitando visitas a los consultorios y ganando tiempo para todos. Lástima que haya todavía un tipo de medicinas que no son incluidas, dado que precisan de visados especiales, pero se confía en que esta pega pueda resolverse.

Igualmente el cambio producido en los centros de salud de algunas localidades cercanas a la capital y más pobladas que la mayoría, para los cuales hay que pedir hora, parece a primera vista que ha librado algo de aglomeraciones y retrasos los consultorios, dotando las consultas de mayor fluidez, si bien aún hay usuarios que no se han enterado de la modificación y acuden al centro sin cita horaria lo que origina problemas. En ese sentido ha faltado una mayor comunicación y una más cercana información, un déficit muy acusado en el Sacyl en casi todos los aspectos.

Bien está la mejoría que puede observarse, aunque habrá que ver si en el invierno, cuando aumenta el número de pacientes, se consigue funcionar del mismo modo. Una situación coyuntural que se extiende al régimen hospitalario, si bien los profesionales sanitarios siguen protestando y se supone que con razón por los cierres de plantas en esta época y otras carencias endémicas. Lo que no se puede aceptar son los retrasos en las listas de espera para especialidades e intervenciones, cada día mayores.