Por un lado, una parte de Cataluña y por otro una parte mínima del País Vasco. Unos y otros se creen por encima del bien y del mal. Creen estar en posesión de la razón y de la verdad y actúan en consecuencia. La Generalitat llamando a impulsar movilizaciones "unitarias y contundentes" en caso de que se inhabilite a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, por no haber impedido la votación de las conclusiones de la comisión de estudio del proceso constituyente. Sortu, EHBildu y compañía amenazando con que Otegi va a ser candidato "se pongan como se pongan".

Es sorprendente que algún que otro partido de los llamados constitucionalistas se muestre tibio en un caso y en el otro. Engañan a sus votantes hablando de unidad y de firmeza y cuando tienen que demostrarlo se repliegan no sé bien si en la cobardía, en los intereses de partido, en el pasotismo o vaya usted a saber. Eso está ocurriendo un día sí y otro también con el Psoe de Sánchez. Y hablo del partido de Sánchez porque cada día que pasa estoy más convencida de que hay dos Partidos Socialistas. El de aquellos con altura de miras y sentido de Estado y el del líder actual y sus corifeos, obsesionados con el asalto a La Moncloa o nada. O ellos o nadie.

No hace mucho, aquí en Zamora, un periodista de los de solera que presentaba libro en el foro del periódico, don Fernando Jáuregui, un hombre de izquierdas, manifestó que el problema de Sánchez es su mujer. "Qué quieren ustedes si lo primero que su mujer le pregunta cuando se despiertan es: "Pedro, cuándo vamos a La Moncloa"". No se me hubiera pasado nunca por la cabeza. Pero desde que don Fernando lo dijo, me fijo más, y observo gestos y reacciones que me abocan a dar la razón al maestro Jáuregui.

Que no crea el Parlamento de Cataluña que ellos han inventado la democracia, basada también en la pluralidad que ellos quisieran destruir a toda costa para que, de esa forma, hubiera un pensamiento único, una única palabra, todo a la medida de sus deseos secesionistas. Si algo así se le ocurre a la señora Pastor, presidenta del Congreso de los Diputados, no hubieran tenido piedad. Se le hubieran echado encima todos, los secesionistas e incluso los constitucionalistas.

Pero aquí, dicen y hacen las cosas elementos tan peligrosos como el etarra y por lo tanto terrorista, Arnaldo Otegi, y la Forcadell, y algunos lo dejan pasar, creyendo que con esa mansedumbre, con esa actitud, van a conseguir más que dejando hablar al Estado de Derecho que no es otra cosa que la forma política de organización de la vida social por la que las autoridades que lo gobiernan están limitadas estrictamente por un marco jurídico supremo que aceptan y al que se someten en sus formas y contenidos. Por lo tanto, toda decisión de sus órganos de gobierno ha de estar sujeta a procedimientos regulados por ley y guiados por absoluto respeto a los derechos fundamentales que Otegi y Forcadell conculcan permanentemente.

Y ya vale de amenazas y de ese constante chantaje al Estado con los que pretenden hacerse fuertes quienes en el fondo son débiles.