No resulta fácil definir el buen gusto, el estilo admirable. Depende de un sentimiento innato o cultivado en personalidades egregias, estadísticamente raras. Más asequible es el juicio negativo sobre el mal gusto, el que decididamente impera en nuestra época de crisis, la cual se ha convertido en una forma de vida más que en un problema económico.

Se dirá que en las épocas de crisis suele imperar el mal gusto a la par que se empequeñece la creatividad. Pero en estos tiempos que corren sucede algo insólito en un país como España, por primera vez en la Historia, una gran parte de la población puede acceder a bienes que antes se reservaban a una minoría privilegiada. Aunque algunas personas que ascienden en la escala social enseguida aprenden modales distinguidos, sensibilidad para la belleza e interés por el conocimiento, se trata de excepciones, una gran parte de la población avanza más en ingresos económicos que en cultura, en cuyo caso se impone el triunfo del mal gusto en el vestir, en el comer y en el hablar. Hemos pasado por una evolución cultural que escalonaba la sociedad, inicialmente por castas nobles, pasamos por élites artísticas e intelectuales, hasta llegar a lo que tenemos actualmente en la crónica social: la supremacía de las modelos, los cantantes y los deportistas. Y qué diremos de los ingresos económicos a nivel profesional, hace algunos años un empresario, un buen médico cirujano o un arquitecto destacado, seguramente eran ricos, pero actualmente los más ricos son los mafiosos y los políticos corruptos.

No hay más que dar un repaso al aspecto callejero de la ropa que lleva la gente, nos encontramos ante la apoteosis del mal gusto. Incluso los escaparates de las tiendas de ropa dan fe de ese mal gusto y qué diremos si echamos una mirada a una pasarela de moda, es lo más absurdo en el vestir. Es evidente que lo que se muestra, se vende.

Por todas partes se ven individuos que exhiben tatuajes horribles. Las exposiciones de arte actual alcanzan cotas de desolación. Hasta los anuncios comerciales en los medios están perdiendo su elegancia y cómo extrañamos la buena música y los grandes espectáculos en la televisión, darse un paseo por ciertos canales es encontrarse con el sumun de lo chabacano y lo ordinario.

Si paseamos por una calle del centro de cualquier ciudad española nos vamos a encontrar con merenderos y lugares de comida rápida, los restaurantes "a manteles" escasean, las dificultades económicas nos enseñaron a comer básicamente basura. Hemos avanzado mucho en tecnología, pero ha crecido la incultura a la par, puedes quedarte literalmente hablando solo, porque tu interlocutor está atendiendo su WhatsApp.

Siempre han existido personas con buen gusto natural sin importar su origen, lo actual es que el mal gusto caracteriza por igual a las clases acomodadas y a las más incultas. Tener dinero no basta para ser un individuo con clase, ojalá que no tenerlo por dificultades económicas no le haga perder a los españoles su ancestral refinamiento.