En realidad, los nombres de las calles que contenían referencias franquistas fueron borrados de los mapas urbanos, en todo el país, hace más de 30 años, de acuerdo con las leyes dictadas en su día. Pero había tantas referencias de todo orden, de todo género, que aún restaban muchas, por lo que la mal llamada ley de la memoria histórica, obra del tan resentido como inepto Zapatero, aprovechó para obligar a la desaparición de aquellas que habían pasado la primera criba. La norma solo ha servido para reabrir viejas heridas, para hacer resurgir los odios ancestrales, para volver a perfilar las dos Españas, y ahora los nuevos ayuntamientos de izquierdas surgidos de las componendas del año pasado han reanudado con ganas la tarea de lo emprendido. Como si la historia se pudiese borrar.

No sorprende, pues, que en este contexto, el Ayuntamiento de Zamora, con alcalde de IU y en coalición con el PSOE, se haya dado prisa, siguiendo los pasos de Madrid, Barcelona y otras grandes capitales españolas ahora dominadas por las fuerzas izquierdistas, en unirse a la marea e iniciar los expedientes correspondientes para eliminar del callejero capitalino a Carlos Pinilla y Alfonso Peña, aunque eso sí, generosamente, no se va a hacer por decreto sino en pleno municipal, si se aprueba, que se aprobará, y por supuesto no por gusto, ni por revanchismo, qué va, sino en cumplimiento estricto de la ley vigente, que por cierto hubiera podido dejar de serlo si la mayoría histórica que disfrutó Rajoy no hubiese tenido tanto miedo, intuyendo lo que se le venía encima, a perder aún más votos.

Puede comprenderse que se prescindiese de aquellos nombres de personas relacionadas con la contienda directamente, pero cuesta más trabajo comprender que la purga se extienda a quienes solo ejercieron la política, la política ganada en ese momento, y aun ni eso, como se ha demostrado en el cambio de nombres barajado por el Ayuntamiento de Madrid. En el caso de Zamora todavía resulta más paranoide el asunto respecto a Carlos Pinilla, que fue un gran benefactor de la ciudad y la provincia, imponiendo siempre su condición de zamorano por encima de todo. Suya es la obra de la Universidad Laboral, una de las mejores del país, junto a la de Gijón, y con las que el régimen evidenciaba o pretendía evidenciar una preocupación social que se extendía a otros importantes aspectos, como la vivienda. Al menos, esperemos que no quiten a Pinilla para poner la placa a alguien de la cuerda izquierdista. Y lo mismo puede decirse de el exministro Alfonso Peña, aunque fuese menos relevante.

Pero lo de hablar de cumplimiento de la ley, como único motivo, no cuela, pues a Pinilla se le va a despojar también de su título de hijo predilecto de Zamora, siendo como fue uno de los pocos paisanos que hizo algo por su tierra. El alcalde, Guarido, es hombre moderado y dialogante pero no puede asegurarse otro tanto de su entorno político. O tal vez quieran aprovechar el tiempo para pasar facturas, por si no les vuelve a caer la breva. Mientras, la casa sin barrer, pues parece que los barrios no están nada conformes con los asfaltados y pavimentaciones que se están haciendo y que consideran insuficientes.