Los nipones lo llaman "karoshi", una palabra japonesa que significa "muerte por exceso de trabajo" y se usa para describir un fenómeno social de ambiente laboral que se viene produciendo desde hace bastantes décadas en el país del sol naciente. El "karoshi" no es otra cosa que un aumento en la tasa de mortalidad por complicaciones debidas al exceso de horas de trabajo. El "karoshi" conlleva derrames cerebrales y ataques cardíacos, amén de algún que otro suicidio por tal motivo. La cosa no es para tomársela a broma, hasta el punto de que el Ministerio de Sanidad nipón reconoció este fenómeno hace ya algún tiempo, concretamente en 1987.

Pues bien, las muertes por exceso de trabajo alcanzan un nuevo récord en Japón. En España el "karoshi", sería poco menos que impensable. Aquí no nos herniamos trabajando, si acaso el personal se hernia tratando de escurrir el bulto. En épocas tan duras como estas de paro flagrante no voy a tratar de hacer chiste alguno al respecto. Pero es que, aunque el 100% de los españoles estuvieran trabajando, el "karoshi" seguiría siendo un fenómeno oriental, típico de Japón.

En España, mientras existan los Diego Cañamero, el antisistema del sistema y exalcalde de El Coronil; los pequeños Nicolás, de profesión jeta; los José Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y pareja de hecho político del primero, el "karoshi" será algo exótico, un fenómeno efectivamente ajeno al "modus vivendi" y "operandi" de los españoles, especialmente de especímenes como los citados. Ninguno de ellos sabe lo que es darle un palo al agua, pero la lengua la tienen bien desarrollada. Y con la lengua, se han labrado lo que ahora tienen que es más de lo que se merecen. Los tres citados y otros tantos como ellos. Hay que ver lo que puede conseguirse con la lengua.

El "karoshi" en Japón ha tenido un repunte preocupante para las autoridades. Solo el pasado año, murieron 189 personas a causa de la fatiga laboral extrema, aunque los expertos estiman que la cifra real se cuenta por millares. O sea, que el problema es mayúsculo, muy superior a lo que dicen las cifras oficiales. Los damnificados le echan la culpa al Gobierno que, al parecer, organiza conferencias y publica carteles sobre este problema, que las víctimas ven como propaganda, porque si el problema real es reducir las horas de trabajo, "el gobierno no está haciendo lo suficiente".

Menos mal que en España ese problema no existe. Bastante tenemos ya con el incordio que supone un Gobierno en funciones y una caterva de políticos a izquierda y derecha, absolutamente irresponsables. Si de mí dependiera, sometería a nuestros amados y nunca bien ponderados políticos a una dieta estricta de "karoshi", de trabajo en exceso. Lamentablemente, las únicas dietas que conocen nuestros políticos son las que les proporcionan las Cámaras Alta y Baja, para emplear en taxis, en billetes de primera o de preferente y en sueldos vitalicios que algunos no se han ganado ni de coña. Y, encima, los que han pasado a la historia, por muy bochornosa que sea, cobran seis mil euros por conferencia. Si los ciudadanos fuéramos capaces de prescribirles "karoshi", otro gallo nos cantaría.