No pega. ¿Verdad que no pega ver en pleno agosto a los líderes, serios y encorbatados, discutir sobre investiduras, posibles Gobiernos, rechazo a terceras elecciones y demás fauna española en peligro? Agosto está para otras cosas. Verbigracia: para tumbarse a la Bartola; para presumir, cuando vienen las fiestas del pueblo, de playa y desayunos en el hotel; para reñir con los cuñados sobre si la paella está mejor con pollo que con conejo o sobre si refresca más la clara que la caña; para hablar de cruceros; para sacar a colación, venga o no venga a cuento, el viaje a Venecia; para enseñar a la mínima oportunidad las fotos frente a la torre Eiffel; para recordar ante una buena merendola las trastadas de críos y volver a la única verdadera patria, la infancia; para discutir de fútbol o toros con quienes no vemos el resto del año?

Agosto está para eso y para mucho más, pero no para embarcarse en negociaciones políticas. Uno ve a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y demás próceres declarar un día sí y otro también sobre la actualidad política y le dan ganas de mirar el calendario y preguntar eso de ¿en qué día estamos? Pero, claro, atisba el exterior, ve el solazo, sufre el calor y comprueba que, efectivamente, estamos en agosto. Pero en un agosto muy rarito, de los que entran pocos en docena; en un agosto en funciones. O sea que agosto hace de agosto, con sus vacaciones, sus altas temperaturas, sus verbenas, pero no del todo; falta o sobra algo. Falta relax y sobra tensión. Uno está tan tranquilo, a punto de atacar, como siempre por estas fechas, la ensalada de garbanzos y el tintorro con gaseosa, y, catapúm, aparece Rajoy anunciando males sin fin si no le apoyan en la investidura y se te corta el rumeo, ya no rustres adecuadamente.

¿Cómo vas a disfrutar de un agosto normal si cada vez que lees la prensa, escuchas la radio o ves la tele te amenazan con sanciones de Europa, con más recortes, con techos de gasto, con independencias de Cataluña, con terceras, cuartas o quintas elecciones, con retirada de inversiones? Ya digo, tienes que tomar bicarbonato para la digestión y un tubo de tranquilizantes para no soñar con nuestros gerifaltes y con Juncker, Merkel, Hollande. Y no digamos si se materializa delante del vaso el espíritu de Donald Trump, míster Universo; entonces sí que dejas la bebida "per saecula saeculorum" y te metes monje tibetano antes de que amanezca.

Además, este agosto de 2016 es un agosto condicional. Hasta ahora era un mes de verdades absolutas: descanso, el país semiparalizado, el Gobierno en paños menores por Sanjenjo, Lanzarote o Doñana (nunca por estos pagos tan queridos por doña Ana Pastor), la actividad bajo mínimos (llame usted en septiembre), la eclosión de fiestas de todo tipo y jaez, la apoteosis del ocio, la marabunta de los viajes, etc. Ahora, no. Ahora, todo va precedido por el condicional "si". Las preguntas de los periodistas a los políticos siempre comienzan por ese "si". Y si Ciudadanos vota sí, ¿qué harán ustedes? Y si no logra apoyos suficientes, ¿se presentará a la investidura? Y si fracasa Rajoy, ¿usted encabezará una alternativa? Y si fuéramos a unas terceras elecciones, ¿usted cree que su partido ganaría o perdería votos? Y si, y si, y si? todo así. Agosto se ha vuelto condicional y eso es muy peligroso para el género humano porque agosto, por tradición y necesidad, se había convertido en la sublimación de la esperanza, en el no va más de la ilusión. Ya descansaré en agosto; nos vemos en agosto; en agosto volvemos para que gocen los niños con las ovejitas y sepan lo que es un burro?

Todo lo bueno, lo satisfactorio se dejaba para agosto. Y eso se ha roto este año infausto en el que agosto parece noviembre o febrero. Ya verán como en el puente del Tránsito, el próximo fin de semana, tampoco nos libramos del sonsonete político o lo que sea. Iremos a los encierros y festejos de Argujillo, Fuentelapeña, Villamor de los Escuderos, Villabuena del Puente, Venialbo, Morales de Toro, Villalpando o Alcañices con el transistor pegado a la oreja. Y, entre susto y trago, oye que Rajoy acaba de decir que no sabe si se presentará o no; que Ana Pastor ha declarado que ella lo que diga el jefe; que Pedro Sánchez afirma que no es no que Rivera asegura que si cambia de postura, es por España; que Pablo Iglesias pide a Sánchez que dé un paso al frente y comience a reclutar tropa para formar una alternativa? O sea, todo novedades.

Así que, salvo milagros de última hora (y yo creo que el Supremo no está por la labor), agosto irá transcurriendo por unas sendas extrañas, impropias de la estación veraniega. Y llegará septiembre y la gente retornará a la monotonía diaria con la sensación de que alguien le ha robado el mes de agosto y que no pagará por ello. Pero ese es otro cantar.