N o vuelvo a desayunar leyendo la prensa. El martes casi se me atragantan el zumo de papaya, la tostada, el revuelto y el descafeinado, largo de descafeinado con leche desnatada, que me tomo a diario. Sin necesidad de abrir el periódico, me doy de bruces con una portada que me hace temblar. "La UE sancionará a España con 6.100 millones si no hay pactos". ¡Jo?..bar!, el multazo acabaremos pagándolo todos los españoles si los tres en discordia que están obligados a entenderse siguen erre que erre, sin hacerlo. El precio de que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera no alcancen pactos tiene, entre otras consecuencias, un alto coste económico y de reputación internacional para España. La reputación la tenemos ligeramente tocada y empezamos a ser el hazmerreír mundial. En eso tendrían que pensar los que tienen la pelota en el tejado y no quieren verla porque no les da la gana, porque se han enrocado en sus posiciones, porque están cayendo en un sectarismo que empieza a preocuparnos a todos.

Al que menos entiendo es al díscolo Rivera que hoy dice una cosa y mañana la contraria según convenga a sus intereses. La postura de Pedro Sánchez es de cabreo inmisericorde. Vamos a ver, se llame como se llame, tiene que gobernar el partido más votado. Y si no recuerdo mal, el partido más votado ha sido el Partido Popular, caiga bien o caiga mal el señor Rajoy. Muchos millones de españoles han confiado, precisamente en él, para sacar al país adelante. El PSOE, con Sánchez, ha obtenido los peores resultados de su historia. Ciudadanos ha bajado precisamente por el coqueteo, por esa especie de mariposeo del que ha hecho gala con el Partido Socialista y su veto a Rajoy al que considera un impúdico político. Hay que alzar la vista y ponerla en Galicia para comprobar la división de Ciudadanos y es que, al final, el que esté limpio de culpa que lance la primera piedra. Le aconsejo al señor Rivera que no sea el primero porque la piedra puede tener trayectoria de boomerang.

El Gobierno en funciones considera inevitable la abultada sanción que nos impondrá Europa y que dejará nuestros bolsillos particulares más mermados de lo que están. Porque está cosas se pagan "a escote" entre todos los españoles. Los que menos sufren las consecuencias económicas son ellos, los políticos. De poco vale tener voluntad de diálogo y querer dialogar, si el de enfrente se cierra en banda. No sé hasta qué punto los tres implicados, con Podemos no se puede contar, son en verdad constitucionalistas -la palabra favorita de Rivera- si lo fueran tendrían altura de miras y deseos de servir no a sus intereses y a los de sus partidos, sino a España y a los españoles que estamos hasta el moño y un poco más arriba de esta situación.

Como España no presente un Plan Presupuestario de Ingresos y Gastos a Bruselas antes del 15 de octubre, me veo al colectivo patrio rascándose el bolsillo. Cuando en política no se aspira a nada es que se expira. Y es que esta gente no aspira a dotar de gobernabilidad a España. Unos y otros le han cogido saborete al estatus "en funciones" y de esa función no salimos. Sánchez y Rivera están en la obligación de cambiar su postura en lugar de seguir enrocados en sus posiciones de cara a la investidura de Mariano Rajoy. Que propicien el Gobierno ¡ya! Y, luego, desde la oposición, leña al mono durante la Legislatura, si las cosas no funcionan en España.