Tras los resultados electorales de lo que acabó siendo la primera legislatura fallida de nuestra democracia, los tres espadas más significativos de la feria nacional, Rajoy, Sánchez y Rivera, secundados por el resto de los líderes políticos, dijeron que habían entendido el mensaje del electorado: se habían acabado las mayorías absolutas y el pueblo les había encomendado la búsqueda de consensos y pactos, de entendimiento, en una palabra. El resultado fue el que todos sabemos y los españoles volvimos a ser convocados a elecciones generales y volvimos a votar a los mismos líderes que habían mostrado su incapacidad para resolver la situación planteada con los resultados electorales.

Terminada la segunda noche electoral en seis meses, y a la luz de los resultados, la terna sacó pecho y ahora a bombo y platillo dijeron que era evidente el mandato del pueblo: había que buscar el entendimiento entre las distintas fuerzas para constituir un gobierno. Pues bien, abierta la ronda de conversaciones del rey con los distintos líderes, la situación parece abocada, si nadie miente (cosa difícil en estos tiempos políticos que corren), a una nueva convocatoria electoral para deshacer la situación. Pues sea. Si hemos de volver a votar, votaremos, pero sería todo un detalle que los tres espadas responsables de este esperpento desaparecieran de la plaza pública y PP, PSOE y C´s nos presentaran una terna más aceptable y, sobre todo, más creíble.

Porque si hemos de volver a elecciones generales, Rajoy, Sánchez y Rivera son los máximos responsables, los únicos diría yo, de esta situación. Y lo son porque sus números les delatan. La suma PP y PSOE daría una mayoría absoluta y la suma PP y C´s daría la posibilidad de un gobierno en minoría más que viable. Y, desde luego, la pamplina de Rivera erigiéndose en coordinador de un tripartito con PP y PSOE, como si estos le necesitasen para algo si fuesen capaces de entenderse mínimamente, daría una mayoría que ni en sueños la hubiesen visualizado ninguno de los tres. Pero es más, Rivera, que fue capaz de pactar con el PSOE en la legislatura anterior y votar sí a la investidura de Sánchez, que numéricamente se sabía inviable, es ahora incapaz de votar sí a la de Rajoy, a quien además veta, con quien está bastante más próximo ideológicamente (o por lo menos sus votantes) y con unos números que para sí los hubiera querido Sánchez. Y este dejándose querer por la izquierda no haciéndole ascos a volver a intentar él la investidura, como si el ridículo anterior no hubiese sido suficiente. Y Rajoy, antes y después, manejando los tiempos y los silencios de una manera escandalosa para los electores y para el conjunto de la nación; aceptando la propuesta del rey, pero con matices. Y claro, cuando estos son los mimbres, así salen los cestos.

Con este panorama nacional, con una economía cogida con alfileres, con unas tasas de paro impresentables en el contexto europeo, con el Parlamento Catalán saltándose la Constitución y al TC para caminar hacia la independencia y con la situación del terrorismo internacional, si nuestro problema es tener que volver a votar, pues votemos. Pero deberíamos exigir que nos presentaran otra terna que, por lo menos, tenga la torería para lidiar con la realidad del momento y no estos mercachifles preocupados más por ellos que por nadie y que ante su incapacidad, despreciando el mandato representativo, nos devuelven la carga de la solución.