La puesta en circulación de la idea de ocupar un espacio público de la ciudad con una nueva construcción para Museo de Semana Santa irrumpe en los corrillos de la opinión pública de forma análoga a como ocurrió con otras operaciones urbanísticas que pasaron por encima de la normativa vigente, obligando a variarla para ajustarse a unas nuevas condiciones urbanísticas, incluso ignorando el peso que la Historia había consolidado. Todo ello, con la mayor de las complacencias.

Paso a enumerar algunos casos que ilustran la forma en que se ha llevado la gestión de la ciudad. No merece entrar en el detalle de cómo se perpetró el Plan de la Candelaria en que se cambiaron las tipologías y edificabilidades para convertir la zona más representativa de la expansión de la ciudad en un entorno aprisionado entre unos bloques propios de los nuevos barrios marginales de las ciudades dormitorio. O del aprovechamiento del solar que resultó de la demolición del convento de las Claras en que espacio edificado y huerto dieron lugar a su aprovechamiento extensivo, y de alta edificabilidad. Y finalmente, para obtener la exigua plaza de Castilla y León, se tuvo que sacrificar una iglesia de corte neoclásico y un viejo palacio que tenía asignadas funciones de tipo administrativo. Para ello se elevó la edificabilidad de la zona afectada variando el número de plantas sobre el nivel de cornisa general de la calle principal que vertebra el eje de expansión de la ciudad.

Y siempre se repite el proceso, y es que la ciudad, siempre dócil, acaba integrando medidas por más que muestren su perfil más agresivo con la forma existente urbana, e inexplicables desde el sentido de continuidad con el pasado. En el caso que comentamos de la propuesta de un nuevo museo, se intenta actuar sobre un espacio libre de la ciudad y que está reservado para su uso como un pequeño parque vecinal. Su estado actual aparece con lo que es dominante en este sector antiguo de la ciudad, es decir con el envejecimiento de las edificaciones y la atonía por la falta de actividades. Habría que mejorar la puesta en escena general de todo el barrio y darle mayor atractivo con equipamientos que estimulen su interés frente a otras zonas más favorecidas de la ciudad. En el caso de este pequeño parque se le debería dotar de instalaciones de pequeño porte tales como de una cantina con su terraza o una zona de juegos en un espacio de parque infantil. Pero aquí, en esta ciudad que se jacta de su casco histórico, se especula y se habla con total impavidez de una estructura que deberá alojar un museo que se caracteriza por la exhibición de piezas de gran porte como son los pasos de Semana Santa. Este programa de edificación demanda un gran espacio. Su inserción en el tejido urbano implicaría la desaparición de este parque, que tradicionalmente ha servido de solaz y entretenimiento para los que allí fuimos vecinos, y que no hay razones suficientes para cambiar el destino que los diversos planes han reafirmado en beneficio de las sucesivas generaciones. ¿Es que acaso es intercambiable el entretenimiento infantil y la reverencia que impone el museo? Y es que por boca de los que lo usamos y los que lo seguimos disfrutando en el recuerdo pedimos que no se ponga encima mano intrusora alguna que contribuya a su degradación y finalmente a la desaparición de este equipamiento propio del barrio y por ende de la ciudad.