No habrá vacaciones oficiales este año a menos que la actual semana, decisiva en cuanto a las posibilidades de formación de un Gobierno, abra paso por vía natural a una sesión de investidura de Rajoy que acabase con la incertidumbre y el vacío político en el que se lleva ya más de medio año. Pero si de esa sesión de investidura el candidato del PP no saliese ganador, como ya le ocurriera antes a Pedro Sánchez, los plazos se alargarían de nuevo con las sombras de unas terceras elecciones oscureciendo el panorama. Todo ello dando por hecho que tras las reuniones del rey con los líderes políticos, que mañana finalizan, Rajoy acepte ir a la investidura sin tener garantizada la elección.

Pues esa es la cuestión: que tras la euforia inicial que siguió al 26J y que de alguna manera se repitió al conseguir la presidencia del Congreso gracias al apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes, ahora las cosas parecen lejos de estar seguras, pues pese a tantas conversaciones secretas, tantas ofertas, tantas presiones de todo tipo, resulta que Rajoy sigue sin convencer a nadie. Lo único que tiene a día de hoy confirmado es la abstención, en la segunda sesión, de Ciudadanos, pero eso es insuficiente, por lo que la exposición al fracaso es evidente. Entonces, desde el PP se vuelve al mensaje del miedo y se anuncia a la población que si no hay Gobierno se congelarán salarios y pensiones para el año próximo al no poderse aprobar los presupuestos del Estado, algo falso pues son partidas que se renuevan automáticamente si no existe nuevo proyecto. Y se ofrece la vicepresidencia a Rivera, y lo que quiera, si en vez de abstenerse vota a favor de Rajoy. Lo que no se cuenta, claro, es lo que anda ofreciendo a los nacionalistas si le vuelven a apoyar como lo hicieron en la Constitución de las Cortes. Pero no hay que olvidar que el PNV ya habló como condición previa del acercamiento de los presos de ETA al País Vasco, y que los de Convergencia, o como se llame ahora el partido de Mas, siguen siendo independentistas. Todo lo cual da un cierto miedo, porque hay cosas que no tienen precio, y más si se tiene en cuenta la obsesión y ambición de poder que arrastra a un Rajoy que solo con su renuncia y marcha a casa podría hacer posible la gran coalición de PP y PSOE, con Ciudadanos de acólito.

Porque puede que con otro candidato incluso los socialistas ya no se mostrasen tan firmes a la hora de rechazar rotundamente cualquier acuerdo y más con las tensiones y agobios que Sánchez soporta de su propio partido. Pero la presencia de Rajoy lo impide, por sus incumplimientos, sus impuestos, la inmensa deuda pública generada, la corrupción, los despilfarros de las autonomías, la reducción de los servicios básicos, el debilitamiento de la clase media y la desigualdad social. Así, el PSOE va a votar en contra y no se cansa de repetirlo, sin descartar nada. Ni siquiera que si el PP fracasa en la investidura, Sánchez, en teoría, podría intentar de nuevo la aventura esta vez con Podemos y los nacionalistas, toda vez que ha sido el PP el que ha roto la veda en ese sentido. Pero tal y como en general está el patio, lo deseable es que se produzca el desbloqueo por uno u otro lado y haya Gobierno en agosto.