Los españoles hemos vivido la semana política de las casualidades. En un mundo que parece regido por la planificación, las previsiones racionales y el tenerlo todo controlado, llega el azar y, hala, se entromete, revuelve la baraja y cambia el guion. Porque, claro, solo al libre albedrío, al destino caprichoso, cabe atribuir esos diez votos que acompañaron a los de PP y Ciudadanos en la elección de algunos miembros de la Mesa del Congreso. ¿Votos de diputados del PNV y de la antigua CiU buscando no se sabe cuánto tras pactar no se sabe qué?

-¡Qué cosas se le ocurren, don Bongilio, qué imaginación tiene usted. Cuándo y dónde ha visto que el PP llegue a acuerdos con los que quieren destruir España y llevarse por delante la sacrosanta unidad. Jamás de los jamases.

-Claro, claro, don Rigodesto. Y cuándo y dónde se ha visto que los nacionalistas catalanes y vascos pacten con el Gobierno central a cambio de inversiones, dineros o más competencias. Otro jamás de los jamases. Aquí la palabra por encima de todo, incluso por encima del territorio.

-Así que el embrollo de los diez votos fantasmas tiene su explicación: han sido los del PSOE, mandados por ZP o por Alfonso Guerra, que sigue moviendo los hilos desde su cueva de hechicero, los que han votado con PP y Ciudadanos para que Rivera crea que provienen de los nacionalista y rompa el acuerdo con el PP y así Pedro Sánchez podrá aspirar otra vez a formar gobierno. ¿Se da usted cuenta de la jugarreta maquiavélica que se trae entre manos Pablo Iglesias, porque ese también está en el lío perejil, se lo digo yo que de esto sé mucho; un cuñado mío fue bedel, mejor dicho ordenanza, en un hotel cercano al Congreso.

Conversaciones como la de don Bongilio y don Rigodesto están a la orden del día. Todo el mundo, expertos incluidos, especula con el origen de los diez votos y con sus posible repercusiones pasadas, presentes y futuras. ¿Será el inicio de algo más gordo? Qué sé yo; casualidades de la vida, el azar sin ir más lejos. Ya ven: mientras se hablaba de los dichosos votos secretos, llegan la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y el ministro Montoro y citan en la Moncloa al vicepresidente y titular de Economía de la Generalitat catalana, el ilustre Oriol Junqueras, y le autorizan a suscribir 685 millones de deuda a corto plazo. Don Oriol había afirmado que no sabía para qué lo llamaban. Y qué casualidad lo llamaban para la pasta. ¡Hosti, tú, la pela es la pela, eh, le telefoneó a Puigdemont en cuanto se enteró del motivo del viaje al odiado Madrid.

-Carles, que sueltan perras a más a más de los 4.200 kilos que nos autorizaron hace un mes.

-Pues, oye, cógelos y vuelve rápido, que tenemos que decir a la prensa que es muy poco y que necesitamos más para pagar las embajadas, la organización y los convites de la Diada, los cuatro o cinco referéndums que convoquemos de aquí a Navidad, el déficit de la TV3 y los gastos del cambio de nombre del partido, ya sabes rótulos, sobres, tarjetas de visita y esas cosas.

Y, zas, la casualidad. Acaba la reunión en La Moncloa y se suavizan las declaraciones, se abren puertas, se tienden puentes y hasta se dice que casi seguro que no habrá nuevas elecciones porque se producirá algún tipo de acuerdo. Y en el PP, tan contentos. Si es Rajoy quien pacta o se aproxima a los nacionalistas, lo hace por responsabilidad. Ahora bien, si es el PSOE quien negocia con PNV, ex CiU o ERC, se rompe España. Si el pactista es el propio PP, actúa por amor a España y por sentido de Estado. Si lo hace Pedro Sánchez o antes Zapatero, solo les mueve la ambición de poder. Y así sucesivamente. Cuando Felipe González, en el 93, pactó con Pujol la cesión del 15% del IRPF a las autonomías, Aznar bramó y se inventó aquello del "Váyase, señor González". Tres años después, el mismo Aznar cedió a Pujol el 33%, se supone que tras hablar catalán en la intimidad. Y entonces, la derecha española aplaudió a rabiar. Ya no se rompía España.

Hace unos meses, el PP clamó al cielo porque el PSOE prestó senadores para que el PNV tuviera grupo propio. Traidores, vendidos, aprovechados. Ahora, tras lo de los diez votos, la ex CiU tendrá grupo en el Congreso aunque no cumpla todos los requisitos. ¿Quién apoyará? El primero, el PP. Ni traidores, ni vendidos, ni nada que se le parezca. La gobernabilidad, el bien común, España?

Hemos dejado atrás la semana de las casualidades y entramos en la de la razón. Pase lo que pase, ya verán qué bien razonan todos tras reunirse con el rey. ¡Pobre Felipe VI!