este martes comenzará oficialmente una nueva edición de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Este encuentro, que se celebra cada tres años y que fue creado por san Juan Pablo II, visita precisamente en su XXXI edición Cracovia, la segunda ciudad más grande de Polonia y la ciudad donde Karol Wojtyla fue arzobispo, antes de ser nombrado papa. Hasta allí se habrán desplazado ya cientos de miles de jóvenes que esperan compartir estos días junto a otros provenientes de 187 países diferentes.

Pero no se trata de un campamento ni de una experiencia veraniega por la que pasar de puntillas, o al menos esa no es la intención de la convocatoria. El aterrizaje de Francisco en Polonia, previsto para el miércoles, pondrá el foco de atención en los gestos y mensajes que lance a los jóvenes en sus visitas al campo de concentración de Auschwitz, a un hospital infantil y a diversos santuarios donde están previstos encuentros personales y oraciones en silencio, además de las multitudinarias ceremonias habituales.

Queda en el recuerdo el improvisado encuentro que mantuvo Francisco con los jóvenes argentinos en la catedral de Río de Janeiro, durante la celebración de la anterior JMJ. Aquel mensaje dio la vuelta al mundo y quizás hoy, tres años después, convenga preguntarnos qué fue de aquello. Ante un templo abarrotado, Francisco invitó a los jóvenes a despertar a una realidad que muchas veces empuja a la inactividad: "Quiero lío. Quiero lío en las diócesis. Espero que salgan a las calles y que hagan lío. Quiero que la Iglesia salga a la calle, que nos defendamos de lo que sea comodidad". En otras ocasiones volvió Francisco a hablar del lío: "(?) un lío que nos dé esperanza, que nazca de haber conocido a Jesús".

Es probable que siga pendiente la tarea de empoderar a un sector de la población a la que poco a poco se le ha ido negando su mayor capacidad: la de idear, crear, soñar, tomas las riendas, luchar por unos valores y defenderlos con la vehemencia propia de la adolescencia; hasta que se ha caído en una desafección por todo lo que suponga compromiso, por todo lo que conlleve responsabilidad. Que estos días sirvan para hacer visibles a quienes están llamados a ser fermento de alegría y misericordia en sus ambientes, a ser líderes de algún modo en el ambiente hostil y penoso de la indiferencia.