A veces, una fotografía puede marcar una vida. Es la instantánea que ven en esta página. Después de muchos años, varios exjugadores del Atlético Zamora habíamos decidido compartir una comida en el jardín de mi casa para recordar viejos tiempos. Pero el verdadero motivo de aquel encuentro era Miguel Ángel González, "el Argentino". Alargamos la velada todo lo que pudimos. Entonces no lo sabíamos, pero era la última. "Esto hay que repetirlo", nos dijimos. Pero lo único que queda ya es esa fotografía rodeando a Miguel Ángel, sentado, con la serenidad en el rostro. Hace una semana hablamos por última vez. Me confesabas la ilusión de tu viaje a París para disfrutar de la guitarra de David Gilmour, componente de la mítica Pink Floyd. Prometiste contarnos la experiencia junto a Ito en una cena. Pero dos días después recibí la noticia que nunca habría deseado. Tu ausencia, ya para siempre.

Entonces comenzó a proyectarse en mi cabeza la película de los momentos acumulados desde que te conocí. Fue hace veinte años, en un campo de tierra, en el CEI. Entrenaba con mi equipo de siempre, el Atlético Zamora. Hacía frío, aquellos vestuarios no eran los de hoy y ni siquiera había duchas de agua caliente. Después del primer encargo de Antonio, entrenar a los porteros, pasaste a ser el técnico del equipo de "los mayores". Y entonces, las noticias sobre tu trabajo se multiplicaron. El Atlético salió campeón de la Provincial "haciendo fútbol de salón", como solías decir. Ahí empezó todo.

"Si juegan como les digo, correrán la mitad y disfrutarán el doble". Esa fue una de tantas sentencias de tu sabiduría argentina con las que cambiaste la filosofía del club. Un equipo humilde que encadenaba ascensos y descensos logró consolidarse en la Preferente. Entrenamiento a entrenamiento, acabamos por entenderlo: querías inculcarnos los valores de tu ídolo, Johan Cruyff, y la experiencia de tu equipo, San Lorenzo de Almagro. El portero iniciaba el juego, el balón corría por el "pasto", jugábamos con el "cinco" de toda la vida, volantes ofensivos, dos delanteros? y lo más importante, muchos goles.

El humilde Atlético de Pino, Pepe, Megu... y un grupo de jóvenes a quienes nos sobraba ilusión quería parecerse al Ajax, con tres defensas, ¡qué locura! Pero los resultados te dieron la razón. El objetivo ya no era la permanencia, sino el ascenso a Tercera División. No lo conseguimos, pero tampoco renunciamos a intentarlo. La Ponferradina, el Universitario, el Astorga, la Medinense, el Ciudad Rodrigo... Conocieron a un Atlético que iba a por todas, sin complejos. Fueron cinco años de mañanas inolvidables en la Ciudad Deportiva y de expediciones ilusionantes a los mejores campos. Sin miedo. Así era el Atlético del "Argentino". Con permiso de los mayores, aquellos cinco años fueron la edad dorada del club. Y ahí terminó la aventura. Ironías de la vida. Ahora que no estás, todo lo que nos diste desinteresadamente lo recordamos con más fuerza que nunca. La familia del Atlético y la gente del fútbol de siempre de Zamora se vuelca estos días con tu huella, tu recuerdo.

Nunca llegaste a ver a Messi, tu protegido, levantar la Copa América, pero al menos disfrutaste de los acordes transgresores de Pink Floyd. Allí, en París. Porque hasta para cruzar la puerta al otro lado fuiste exquisito, en algún lugar entre el descanso eterno de Jim Morrison en Père-Lachaise y el de Cortázar en Montparnasse. Aquí empezaba a hacer frío y no te quedaste a pasar el invierno. Espero que allá donde estés sea primavera y que haga más calor. Prométeme que algún día volveremos a vernos, pero con una única condición. Solo hablar de fútbol, de jugar al ataque, de mimar la pelota? que aún me quedan muchas lecciones por aprender.

Hasta siempre, Miguel Ángel. Hasta siempre, amigo.

Alejandro Sadia, "Álex". Exjugador del Atlético Zamora