La constitución de las nuevas Cortes ha sido como un ensayo general de la sesión de investidura de Rajoy que presumiblemente tendrá lugar a principios de agosto, una vez que el rey haya llevado a cabo los preceptivos encuentros con los candidatos de los partidos con representación parlamentaria. Y es que todo ha ocurrido tal cual se sabía que iba a ocurrir una vez que se conoció el nuevo giro de Rivera, el de Ciudadanos, que tras repetir antes una y otra vez que la Presidencia del Congreso tendría que estar en poder de la oposición -aunque solo fuese porque un 72 por ciento de electorado no había votado al PP sino al resto de las opciones- pactó con Rajoy el apoyo centrista a cambio de una vicepresidencia y una secretaría. El imprevisto voto de los nacionalistas catalanes de la Convergencia, o como se llame ahora, del independentista Mas hizo el resto, convendría saber a cambio de qué. Resultado, que la zamorana Ana Pastor deja sus funciones en Fomento y pasa a ocupar la cabecera de la Cámara Baja, una situación que no beneficia mucho a nuestra provincia, aunque esa sea otra historia.

Lo sucedido el martes al inicio de la nueva legislatura, que será más larga que la anterior aunque ya se verá cuanto, se convertirá seguramente en el prólogo de la sesión de investidura de Rajoy con similares planteamientos y mecanismos, que servirán para dejar las cosas en idéntica línea continuista, con el PP de siempre en el Gobierno pese a tanta corrupción, tantos impuestos, tanto paro, tanta desigualdad social y tanta pobreza generada en los últimos años, todo lo cual no ha sido bastante para conseguir el cambio que deseaba una mayoría. Es difícil creer y confiar en lo que pueda hacer Ciudadanos en esos y otros aspectos necesarios para la tan necesaria regeneración democrática como tanto han pregonado en las campañas electorales, si como todo parece dar a indicar, finalmente y tras haber anunciado la abstención, Rivera vuelve a variar de opinión y antes o después decide apoyar al tan vetado Rajoy, por el bien de España, claro. Algunos cargos y carguillos, como ha pasado en las Cortes, compensarán a los centristas, que presumiblemente acabarán siendo devorados por el PP.

Al triste PSOE solo le queda la oposición, que se conforma con liderar, y que va a ser fuerte, mucho, hasta el punto de marcar la gobernación del país, a no ser que Rajoy consiga apoyos suficientes, al precio que sea, para obtener la mayoría absoluta, lo cual entonces sí permitiría un Ejecutivo sólido y estable tras toda la barahúnda política de los últimos meses, marcados por unos líderes políticos que no dan la talla, principalmente los nuevos, los emergentes, que han acabado hartando y decepcionado a sus propios votantes. Rivera ha demostrado una absoluta falta de personalidad y credibilidad, Sánchez se ha convertido en rehén de sus dirigentes, y Pablo Iglesias sigue sin saber si mata o espanta cuando abre la boca. Los dos jefes de fila izquierdistas duramente enfrentados entre sí, empecinados continuadores de la histórica falta de unidad que siempre ha lastrado sus oportunidades. No, ellos no gobiernan a cualquier precio pero frustran el cambio. Sin ilusión ni esperanzas, nuevo margen de confianza para Rajoy.