El alcalde de Zamora, Francisco Guarido, de IU, que gobierna el Ayuntamiento en equipo con el PSOE, ha hecho un balance de este año largo en el cargo, un análisis bastante realista, a lo que parece, en el que llega a calificar a la institución municipal local como una estatua de sal. Tal era su parálisis tras 20 años de gobierno ininterrumpido del PP, lo que ha obligado a los nuevos gestores a ir más despacio de lo que se pretendía, dado el caos heredado a todos los niveles, aunque ya desde la Alcaldía se había advertido que se quería ir haciendo las cosas sin prisas pero sin pausas.

Y así se está haciendo, realmente. Pero menos de lo que cabía esperar. Y con algunas sombras que se dejan ver más que las luces. Se ha fallado absurdamente en aspectos políticos, como la intolerable recepción en el Ayuntamiento capitalino a la familia de un brigadista sueco a la que se entregó, para más inri, una bandera republicana. Esas cosas, en casa, en la casa de IU, no en la de todos los zamoranos. Y en otros aspectos, destaca la intensa polémica desatada reiteradamente como resultado de algunas decisiones del alcalde rompiendo con viejas tradiciones religiosas. Ni presencia de la Virgen patrona en el Consistorio, ni juramento del silencio el Miércoles Santo a cargo de la primera autoridad local. Estos y otros debates van para largo, pese a la endeblez de la oposición, porque ahora surge también lo del Museo de Semana Santa, que lleva muchos años urgiendo sin que nadie haya hecho nada hasta que la Junta de Castilla y León ha dado un cierto impulso económico al asunto. La construcción del Museo justo en el parque de San Martín, en pleno corazón del casco antiguo, pareció a todos una felicísima idea, pero resulta que el Ayuntamiento advierte de las pegas legales que bloquean el proyecto aunque existan caminos para proceder a su desbloqueo. Así lo entienden las cofradías semanasanteras que recogen firmas y anuncian un concurso de proyectos para la edificación, iniciativa que puede servir para lograr fondos externos. El alcalde no se niega a seguir tratando el tema, aunque haya advertido de sus dificultades por ley, porque en cualquier caso es un proyecto irrenunciable para Zamora.

Más de actualidad es esa prevista reforma integral de una ciudad que estaba casi abandonada en su inmensa dejadez, y cuyas obras ya se han puesto en marcha, pero decepcionando a los vecinos que lo consideran un mero parcheo, una chapuza. Guarido anuncia que a partir de octubre se comenzará con el arreglo total previsto, con un presupuesto de un millón de euros, que dejará Zamora "niquelada" según sus palabras. Todo ello, con el fondo de una ORA reactivada, pues tenía el contrato caducado, lo mismo que otros varios servicios municipales, y cuyas nuevas normas de funcionamiento rechazan los usuarios, por lo que se acumulan las protestas. El grupo del PP incluso ha pedido la supresión de la zona azul. Es claro que Guarido se equivoca y debería rectificar. Actualizar las tarifas era necesario, sí, también, pero el resto de las impopulares medidas, no, rotundamente. A no ser que lo que se pretenda sea, en realidad, el aumento compensatorio de la recaudación municipal a base de multas y más multas.