Decía hace poco Ramoncín, aquel punk rey del pollo frito con aires intelectualoides, luego mezclado en los líos y escándalos de la Sociedad de Autores, que este país nuestro es sobre todo un país de envidiosos, odiadores y miserables. Lo primero es tan sabido que ya hace mucho que es considerado como el deporte nacional por antonomasia de los españoles. Y del odio, pues otro tanto, que digan si no en cuántos sitios han sufrido una guerra civil, de cuyo comienzo se cumple estos días 80 años y que algunos siguen recordando a su manera, aupados en las viejas fobias y rencores que a través de innecesarias leyes, como la de la mal llamada memoria histórica, resucitó torpemente el resentido socialista Zapatero cuando por una carambola de circunstancias llegó impensadamente a ser presidente del Gobierno. Pero ahí están los resultados electorales de Podemos e IU. Y en cuanto a la miseria moral, esa miserabilidad es la lógica y triste consecuencia de lo uno y de lo otro.

De otra forma, sibilina pero imparable, va marcando ahora el odio su territorio, gracias al anonimato que permiten las nuevas tecnologías de la comunicación. Primero fueron los medios los receptores principales y casi únicos de cobardes comentarios e insultos sin dar nunca la cara, algunos de carácter delictivo. Hubo que poner coto a esta fiebre inmunda, a través del control de los comunicantes que así dejaban de ser anónimos, pero por aquel entonces surgieron las redes sociales e inventos similares que aunque no dejen de cumplir una importante función social tienen mucho también de vertedero de la condición humana y sus miserias inherentes, y en donde se recogen rumores, ofensas, insultos, palabras de una crueldad ilimitada y sobre todo inhumana. No parecen cosas escritas por seres humanos, pero lo son, tal vez porque se trate de mentes enfermas, de paranoicos sin remedio, de fracasados, inadaptados, solitarios y demás que encuentran sus desahogos en injuriar a los demás.

Pero todo tiene un límite, no todo vale por más que esta gente se agarre a la libertad de expresión, y las fuerzas del orden y la justicia toman ahora medidas drásticas contra estos delincuentes de Internet. No siempre es fácil localizarlos en la red, pero los avances en este sentido son notables, se dejan sentir, y ya son bastantes los detenidos, procesados, sancionados y condenados. Se han podido ver y leer horrendos mensajes casi siempre contra los indefensos, contra las víctimas. Lo último, los dementes comentarios alegrándose de la muerte en el ruedo del torero Víctor Barrio, algo intolerable contra lo cual la sociedad reacciona. Odio en estado puro, que no se puede admitir y contra lo que hay que luchar con todas las fuerzas y todos los medios, sin arredrarse, basándose en la ley. No se puede sostener un mundo forjado por el odio sino por el amor en cualquiera de sus formas.

Ha sido muy oportuna por todo ello la llamada que el grupo del PP del Ayuntamiento de Zamora, a través de su portavoz, la senadora Clara San Damián, ha hecho a las instituciones cercanas para que denuncien también y demuestren su tolerancia cero a esos comportamientos inaceptables.