No sabe uno cuánto tiempo más seremos capaces de seguir tragando anzuelos con cañas incluidas, como si por ello no fuéramos a pagar las consecuencias. Por ejemplo, sigue el empeño de algunos por sacar a Dios de nuestras escuelas, de nuestros gobiernos y de nuestra vida pública. Se creen que nos van a ir mejor las cosas por actuar como si Él no existiera. La estadounidense Madalyn Murray O'Hair, fundadora de Ateos de América, fue la primera que logró allí acabar con la práctica de la oración en las escuelas públicas. Su vida no tuvo un final feliz porque terminó siendo asesinada por un miembro de su asociación laica. Después de ella se alzaron otras voces pidiendo que no se leyera la Biblia en los colegios. Sí, ese libro que dice: no mates, no robes y ama a los demás como a ti mismo. En su lugar, preferimos creernos todo lo que dicen los periódicos, las redes sociales, los astrólogos sacacuartos o los curanderos de las últimas "medicinas" alternativas.

Poco hay que agradecer también a Benjamin Spock, pediatra y psicoanalista, que con su best-seller sostuvo que a los hijos no se les puede ni levantar la voz al portarse mal, no sea que sus personalidades infantiles y autoestima queden seriamente heridas. Por cierto, el Dr. Spock terminó suicidándose. El caso es que, en poco tiempo, el niño ha pasado de ser un cero a la izquierda a convertirse en el rey de la casa. Sus deseos son órdenes para unos padres de obediencia ciega, que apenas ven defecto alguno en sus hijos, sin autoridad para poner límites solo por evitar conflictos... También maestros, profesores y directores de centros han sido atados de pies y manos a la hora de lograr disciplina en las aulas. Para ellos la buena imagen del centro es muy importante, pero ¿incluso más que no pocos docentes quemados en el silencio? ¿Solo informar a los alumnos sin formarles?

Después algunos decidieron repartir condones en las puertas de los institutos como si de caramelos se tratara. Pero estaba justificado: que los chavales se diviertan a tope, sin riesgos y, de paso, evitar a sus padres tener que sentarse con ellos para hablar de los asuntos importantes de la vida. Más recientemente, nuestros ingenieros sociales, tan humanistas ellos, han tratado de facilitar que las menores de edad aborten si quieren, sin ni siquiera decírselo a sus padres. Por otra parte, hasta cuándo tenemos que seguir ayudando a financiar con nuestros impuestos esas típicas películas españolas tan edificantes: unas veces de rancio anticlericalismo y otras monográficas de culos y tetas. Pero nada, a seguir callando, que para eso están avaladas por el Ministerio de "Cultura".

Sigamos sembrando vientos, que ya cosecharemos una sociedad destruida.