aunque la autocrítica sea parte de nuestra cultura, y deba seguir siéndolo, nuestro sistema de valores merece ser defendido, y no solo por ser el nuestro, sino porque al permitir que se ponga en cuestión demuestra superioridad. Ese sistema debe a Francia más que a ningún otro pueblo de la Tierra, y en concreto a la Francia revolucionaria. Por eso el simbolismo del atentado de Niza, justo en la celebración de la toma de la Bastilla, debería tener para nosotros un significado mayor aún del que tenga para los terroristas. El crimen podría ser el pistoletazo de salida de un nuevo tiempo, si los líderes de Europa están a la altura y saben usar el propio simbolismo para realzar con cierto tono patriótico aquellos valores, la voluntad de defenderlos a costa de lo que sea (salvo de los valores mismos) y la unidad política en que, tras una historia de conflictos, han llegado a plasmarse.