Mucho presumió en su día el inefable Trillo, entonces ministro de Defensa de Aznar, de la conquista de Perejil, aquella deshabitada isla en la costa marroquí que se había convertido en absurdo motivo de discordia al ser cuestionada su soberanía española. El caso es que Marruecos puso un retén de soldados en el islote y el ministro, que debe ser hombre de genio peculiar, ordenó la ocupación del territorio, habitado al parecer por numerosas cabras salvajes. A los profesionales de la milicia les produjo intenso rubor aquella operación, casi una parodia, y sobre todo, la forma en que luego se difundió el hecho, en un país con siglos de historia y de gloria militar.

Pero el caso es que así nos enteramos los españoles de que éramos poseedores de tan singular isla, que no es la única que bajo bandera española se encuentra por aquellos lares, que ahí están también las Chafarinas, de cuya existencia nos enteramos igualmente de forma rara: por una discreta película nacional: "Morirás en Chafarinas", que pasó sin pena ni gloria por pantallas y televisiones, pero cuyo curioso titulo llamó la atención. Es un islote que siempre estuvo ocupado por guarniciones del Ejército, y así continúa en la actualidad, aunque cada vez con menor utilización.

Sin embargo, hay más, porque ya llevamos un tiempo con un curioso debate en ambientes intelectuales y políticos sobre ese desconocido archipiélago de la Micronesia, en pleno Océano Pacífico, a kilómetros y kilómetros de aquí, del que España posee la soberanía, aunque el Gobierno continúe sin querer saber nada del tema, negándolo siempre que sale a colación, contra el criterio de estudiosos e historiadores. Y no ya este Gobierno de Rajoy, capaz de todos los males, sino que hasta el régimen franquista, pese a ser el generalísimo un obseso del colonialismo, rechazó en 1949 cualquier posibilidad de ejercer de hecho la soberanía de tres islas paradisíacas que legalmente siguen perteneciendo a España según la mayor parte de las teorías, salvo la del Ministerio de Asuntos Exteriores que ya hace un par de años replicó negativamente a una pregunta parlamentaria acerca de estas supuestas posesiones restos de una venta mal delimitada a Alemania, en 1899. Son islotes muy poco habitados y sin ningún valor económico ni estratégico, pero ahí están. Es lo mismo, se asegura, que ocurre con el Sáhara, cedido bajo presión a Marruecos y Mauritania pero cuya soberanía sigue siendo española.

No se acaba ahí el capítulo pues resulta igualmente que hay otras islas, llamadas Salvajes, en el Atlántico, entre Madeira y Canarias, cuya propiedad llevan disputándose España y Portugal desde hace cinco siglo. Cada cual alega sus razones y derechos sobre el disputado atolón, una gran reserva natural de aves, deshabitado o casi, que fue descubierto por los vecinos lusos, abandonado con el tiempo, y tomado luego por pescadores canarios que plantaron allí la bandera patria. Y en esas se está, pues el lugar tiene valor por sus aguas jurisdiccionales dada su abundante pesca. O sea, que hay otro imperio, pequeñito, y que ni siquiera sabíamos que teníamos. Las trazas o trizas de allá donde no se ponía el sol.