Juan Peña "El Lebrijano" reclamaba la libertad de los pájaros de la marisma y se nos fue de vuelo estando la noche sosegada. La música callada da paso a la soledad sonora en la que nos deja sumidos Juan El Grande, como lo ha llamado Manolo Bohórquez. La muerte de El Lebrijano me ha trasladado inmediatamente a Juan de Yepes, poeta al que en algunas ocasiones acudíamos, comentando sus versos, pues siempre mostró su admiración por su poesía.

Hoy (por ayer) se me ha ido no solo un gran amigo, sino una de las personalidades más grandes de la historia del Flamenco. Su voz inconfundible, personal, cargada de jondura impregna al arte flamenco un sello propio, una indiscutible referencia para todo aquel que quiera adentrarse en este complicado mundo, porque Juan ha pasado a ser un referente de primera magnitud que sin lugar a dudas dejará una profunda huella. Creo que es el artista que mejor ha sabido ensamblar tradición y renovación, sin olvidarse nunca de la herencia familiar recibida, pero abriendo siempre nuevas veredas que nos han llevado a un flamenco renovado, a nuevas sendas del cante. "Persecución", "La palabra de Dios a un gitano" o "Reencuentro" constituyen momentos importantes en la música flamenca. Pero además nos deja una obra completísima, sin desperdicio, propia de uno de los artistas más completos de este arte.

Por otra parte, Lebrijano siempre fue un gran amigo de Zamora. Siempre que pudo visitaba la ciudad. Recuerdo en una ocasión que coincidió en una de sus visitas con las Águedas y se pasó el día detrás de las de San Lázaro escuchando a la señora Romana, con más de noventa años, y a María la Roja, con las que bailó y tomó nota de alguna de sus letras. Era un enamorado del cancionero popular y en su disco "Tierra", grabado con motivo del quinto centenario del descubrimiento de América, hace un guiño a Zamora metiendo una letra del grupo Voces de la Tierra, dirigido por Miguel Manzano, concretamente la que empieza por "Una vieja y un viejo en tierra de moros?".

En 1984 se ofrecieron él y Paco Cepero para ilustrar una conferencia mía en el Colegio Universitario y unos años más tarde vendría con Miguel Acal para dar charlas a los estudiantes de los colegios e institutos. Estaba siempre dispuesto a todo por la difusión del flamenco.

Cada vez que venía a Zamora, y lo hizo en múltiples ocasiones con motivo del Festival de Flamenco, se quedaba varios días, disfrutando de la gastronomía zamorana y conversando de flamenco con sus amigos en El Rocío, en la taberna de Chimeno o en la Taberna de Antonio el Chulo. Recuerdo que en una ocasión nos tiramos horas escuchando a los viejos del flamenco intentando apreciar dónde respiraban pues, aunque no tenían facultades como era el caso de Juan Talega, era difícil apreciar las pausas de respiración. Y es que además de artista, era buen aficionado.

Pero también Juan era un hombre solidario y acudió de manera generosa a la llamada de Asprosub, no solo cantando, sino visitando sus instalaciones y conversando con los residentes. Siempre acudió a cualquier llamada de la ciudad.

Hace unos días perdía a otro gran amigo, Juan Habichuela, hoy le ha llegado la hora al gitano rubio de Lebrija y los aficionados lloramos la pérdida de un artista genial, pero yo también lloro la ausencia de un amigo. Gracias por todo, Maestro.