Lo que me ha movido fue tremendo. Ha sido un espectáculo terrible presenciar cómo, en la plaza de toros de Teruel, el tercer toro de la tarde del sábado, 9 de julio, se encarnizaba con el torero segoviano Víctor Barrio. Es la primera vez que veo matar a un torero en la misma plaza durante la lidia. Y, ciertamente, es muy diferente enterarte de que un torero ha muerto en la enfermería o en el hospital, como consecuencia de la cornada recibida al torear, y ver en vivo la actitud asesina de un toro y la impotente lucha de un torero por la vida que se le quita.

Desde muy pequeño aprendí que es muy diferente el comportamiento de la vaca y del toro, cuando atacan al hombre. Me dijeron que la vaca lleva los dos ojos muy abiertos al atacar; y el toro, por el contrario, ataca con los ojos cerrados, una vez que ha comenzado su ataque embistiendo. Y (repito) yo me lo había creído. Hasta tal punto que en varias ocasiones me "tiré a la plaza" en alguno de los pueblos para correr escapando del toro durante el "juego" de los mozos; y en una ocasión tuve la gran osadía de encarar, en una viña de Timulos, a un toro huido del encierro de un pueblo próximo (Valdefinjas o La Bóveda de Toro). Aproveché la carrera del bicho para esconderme debajo de una frondosa cepa de la viña. Hoy, aunque me asistiera la agilidad de entonces, no volvería a cometer semejante barbaridad; ya no me fiaría. Mi opinión ha dado un giro de ciento ochenta grados con relación a la forma de atacar el toro al hombre; como no se puede generalizar, creo que hay toros que atacan con los ojos abiertos.

El toro del día 9 en Teruel no solo atacó viendo, sino que buscó al hombre caído y lo embistió de nuevo, casi con instinto pleno de sabiduría anatómica o quirúrgica. Supo llegar al corazón y a la aorta de aquel hombre con un cuerno, que entró violentamente por la parte derecha del pecho. Solo la acosadora actitud de la cuadrilla del torero consiguió que el toro dejara de ensañarse con el torero moribundo. La cogida sorprendió a todo el mundo, porque el torero -según su habitual bien hacer- llevaba la faena de modo inmejorable. Tal vez esa circunstancia ocasionó la gran distancia entre los otros toreros y la escena asesina; esa distancia y la rapidez de la escena nos dejaron ver la actitud del toro buscando el acierto, y del torero adoptando posturas menos peligrosas, y presentando al astado los glúteos, que, con todo, no impidieron la llegada del asta del toro al pecho del torero, para inferirle la herida mortal.

El cambio de mi opinión sobre el ataque de los toros, que deja intacta -como he dicho- mi opinión contraria a la generalización, coincide en el mismo día con el cambio de mi opinión en algo, de otro orden, más importante para los actuales tiempos de nuestra Nación. Ese mismo día sufrió grave quebranto mi criterio de la "democracia" en España. Siempre he creído que la Democracia es el "Gobierno del pueblo", como nos enseñaron Platón y Aristóteles. Veo, sin embargo, que en nuestra España actual -que denominamos "país democrático"- el pueblo no gobierna, en absoluto; ni siquiera en lo poco que se le deja hacer libremente: las Elecciones Generales. Había ocurrido con las celebradas a finales del año 2015; pero, repetidas las Elecciones Generales el 26 de junio de 2016, la voluntad del pueblo, dando 52 escaños más al primero que al segundo más votado, no ha conseguido que el más votado consiga el Gobierno. No sé si, repetidas por tercera vez las Elecciones -cosa que parece a todos los partidos políticos un desastre para la nación, pero que no evitan claramente-, el pueblo intentará gobernar de veras, dando al partido que parece preferir una mayoría absoluta en escaños (única manera de que su voluntad parece que podría ser acatada). Lo siento mucho, pero mi opinión tantos años sostenida, afirmada sobre la teoría que parecía vulgarmente admitida por todos, va cambiando; y veo que, en esta Democracia, igual que en cualquier Dictadura, el Gobierno está en poder, si no de uno, sí en poder de unos cuantos de ese pueblo, que deciden en una asamblea, que llaman "Conferencia del Partido", si se acata la voluntad manifestada por el Pueblo o -como ya ocurrió antes- se manda a "la región del olvido histórica". ¡Cuánto lamento esta entrada mía en la volubilidad de las teorías!