Anoche me llamaba una persona muy indignada. El motivo de su indignación me pareció, en principio, razonable. Se debía a la nueva norma que existe en Madrid de permitir que los perros viajen en el Metro. La persona en cuestión -igual que otra, que ya se ha manifestado en la prensa, y otros miles de personas- es alérgica al epitelio de los perros y de otros animales; en consecuencia causa un grave peligro para su salud verse obligada a viajar en Metro con un animal que perjudica a su salud provocando su alergia. Supongo que este peligro en miles de ciudadanos habrá sido muy considerado en persona de tanta responsabilidad como es la subdelegada del Gobierno en una capital como Madrid.

Muy interesado por tal asunto, he leído con todo detenimiento la prensa esta mañana; y he advertido que la permisión de que los perros viajen en el Metro lleva consigo una cantidad de requisitos bastante importante; y que supone para esos viajeros, posiblemente perjudicados, únicamente la precaución de elegir un coche que no sea el último; aparte, -claro está- de no coincidir dentro del Metro con un perro que acceda en proximidad. Los que deben observar la gran cantidad de requisitos para poder verse acompañados por su mascota son los dueños de tales animales. Si los requisitos que deben observarse en escaleras, ascensores, correa corta, bozal, etc., se observan con todo rigor, parece que la medida no ofrece graves inconvenientes.

El peligro aparece ya, desde el principio, en que no se haya previsto un organismo o dispositivo personal, especial, para que se vigile la observancia de las normas. Es muy frecuente, en este mismo Madrid, que el peatón tenga necesidad de rodear mucho (incluso salir de la acera a la calzada) porque la "correa" con la que el dueño lleva atado a su perro mide varios metros, lo que facilita al perro "ocupar" una acera de cuatro metros. Y, desde luego, lo de llevar bozal debe considerarse un costoso lujo innecesario. Con esto quiero decir que no será impensable que las mascotas supongan peligro para quienes son perjudicados por la norma. Ignoro los requisitos para llevar bicicletas en el Metro; pero sí he participado en la molestia que, a veces, supone una bicicleta en un vagón sobrecargado de viajeros. Es, sin dudarlo, el peligro que supone la escasa vigilancia de los transportes. Sé de una persona que se ve obligada a viajar en tren cuando es larga la distancia de su viaje, porque nadie vigila (y ya le ha ocurrido) que el baño, obligatorio en un autobús con varias horas de recorrido, se hallaba "estropeado", según el conductor del vehículo.

Parece que la vigilancia sobre el cumplimiento riguroso de los requisitos, para permitir utilizar u obligar a dotar de infraestructuras necesarias, se nos encomienda a los viajeros o utilitarios de los transportes. La experiencia nos dice que los no investidos de autoridad ni obligados por profesión nos encargamos de no preocuparnos para que las cosas vayan tan bien como deben ir. En otras palabras, si los dueños de los canes utilizan en el Metro la misma despreocupación que en la circulación por nuestras calles, las personas a quienes pueda producir alergia la proximidad de perros tendrán que prescindir de utilizar el Metro en sus desplazamientos. Si tienen autobús para trasladarse, están de enhorabuena; si no disponen de autobús, que le den las gracias -uniéndose a un grupo de dueños de canes- a la señora Cifuentes por la feliz idea de permitir que los perros viajen en el Metro de Madrid. ¡Ojalá que no cunda el ejemplo para otras grandes ciudades, españolas y extranjeras, que dispongan del impagable beneficio que supone el Metro en el transporte urbano!

Supongo que no sería yo el único que se alegraba si, así como en la actualidad no existen disposiciones rigurosas para una eficiente vigilancia de "requisitos", las autoridades adoptan medidas para que el transporte -y más uno tan útil como es el Metro en Madrid- ofrezca, con su innegable comodidad, una irreprochable seguridad, sobre todo en lo que se refiere a la buena salud de los viajeros. La dotación de facilidades es muy valiosa. Tenemos que estar muy agradecidos a los que "mandan" porque así nos hayan mejorado la vida. Solo falta, en algunas circunstancias, que el bien sea completo; y la medida de mejoría lleve consigo la completa satisfacción del usuario agradecido.