Más o menos, pocos discuten la labor que en sus respectivas épocas llevaron a cabo los expresidentes del Gobierno de la nación Felipe González y José María Aznar. A uno lo echaron los votos, y el otro se fue por decisión propia. Aunque ninguno de los dos se ha acabado de ir, en realidad, y de ello saben mucho sus partidos principalmente. El socialista González, a través de una decidida política socialdemócrata modernizó el país, acabó con los viejos fantasmas fácticos, y remató con brillantez la transición de la dictadura a la democracia, aunque le sobrara su última legislatura, manchada por la corrupción de los suyos, tanta que llevó a la cárcel al director general de la Guardia Civil, aquel Roldán sobre cuya honradez puso la mano en el fuego Felipe, y al mismo gobernador del Banco de España. En la oposición, Aznar le repetía una y otra vez: "Váyase, señor González" hasta que en el 96 el PP ganó las elecciones, pasó al poder y dio comienzo al bipartidismo con presidente de distinto signo.

Ahora, los dos están en la picota, por motivos distintos. Pues resulta que aquel Felipe González, casi mítico, lleva desde diciembre apoyando cada día más descaradamente que el PSOE, su partido, facilite un Gobierno de coalición con el PP, o al menos se abstenga en la investidura de Rajoy cuando se produzca. Y este es un mantra constante que empieza a irritar a muchos de los suyos, la mayoría, que ni comprenden el giro del expresidente, que ahora parece representar el más cínico liberalismo económico, ni aún, con todos los respetos que se quieran, están de acuerdo con su proceder y menos con sus consejos, que bien podía ahorrarse, entienden. Porque el PSOE sigue resuelto a negar cualquier tipo de apoyo al PP, al entender que ello supondría una traición a los militantes y a su electorado. Y aunque haya algunos dirigentes socialistas, de los instalados, que se alinean junto a González, la mayoría está en contra y hace valer los derechos de Sánchez, hoy por hoy, además de candidato, secretario general del PSOE. En Castilla y León, su líder regional, Tudanca, cree que abstenerse en beneficio del PP sería un suicidio y se ha mostrado rotundo en este sentido, apuntando en todo caso a que sea la militancia del partido la que decida, pues ahora mismo la opción de presentarse Sánchez a una nueva investidura, si, como puede suceder, Rajoy fracasa en su intento, va adquiriendo cuerpo y peso específico pese a todas las casi insalvables dificultades que implica buscar un acuerdo con Podemos y los independentistas.

Lo de Aznar va por otro lado, por el pasado no tan lejano, trece años, de la guerra de Irak, a la que se llegó por decisión de Bush a quien el expresidente del Gobierno del PP defendió de manera excesiva en sus ideas, según un informe inglés ahora conocido, firmando junto al presidente EE UU y el primer ministro británico Tony Blair el pacto de las Azores, con las fatales consecuencias siguientes. Hasta la fecha Aznar no ha replicado, pero Trillo, que fue su ministro de Defensa, ha salido a recordar que España solo participó políticamente en aquel conflicto, sin presencia de soldados patrios. Se olvida de la terrible venganza yihadista del 11M en Madrid, luego repetida en Londres, aunque Blair haya pedido ya perdón.