Qué suerte de campanas, / convocó para el llanto?

José L. Tafur

Espléndido y lúcido a sus noventa años, José Luis recuerda con nostalgia la creación de aquel hermoso monumento a las víctimas de la tragedia de Ribadelago, en el año sesenta del siglo pasado, un año después de ocurrir aquel horror.

"A mí me lo encargó directamente el Ministerio de la Vivienda. Lo hice en los bajos del Museo de América en la ciudad universitaria de Madrid, donde tenía entonces mi taller. Y allí me visitó el propio ministro José Luis Arrese cuando estaba en pleno proceso de creación".

Entre 1945 y 1969 se llevó a cabo en España la reforma agraria de Franco, para lo cual, el general había creado en 1939 el Instituto de Colonización, organismo encargado de convertir la tierra yerma de muchos lugares de nuestra geografía en tierra fértil de regadío. El Ministerio de Obras Públicas hacía las infraestructuras necesarias, y el INC diseñaba y construía los pueblos que habían de habitar los colonos llegados de lugares pobres para cultivar aquellas nuevas parcelas y comenzar una nueva vida. Pero además, algunos de estos pueblos acogían a los desalojados de los lugares ocupados por las aguas de los pantanos que en ese momento se estaban construyendo o se iban a construir en breve, a quienes se les daba también tierra para vivir en su nuevo asentamiento.

Más de trescientos pueblos de nueva creación surgieron a lo largo y ancho de nuestro país, pero sobre todo en Extremadura, Andalucía y Aragón, regiones en las que se concentraron la mayoría de ellos.

Muchos arquitectos españoles se implicaron en aquel proyecto, entre los que se encontraban José Luis Fernández del Amo, Jesús Ayuso, Alejandro de la Sota, Pedro Castañeda, Manuel Jiménez, Fernando Terán? Que con presupuestos muy ajustados y mucha sensibilidad hicieron lugares bellos y atractivos para sus habitantes agricultores. Cada uno de esos arquitectos diseñó varios pueblos, todos parecidos, todos distintos, casi todos blancos, que hoy salpican el campo español y escoltan desde sus posiciones las carreteras. Con ellos una nueva arquitectura rural se abrió paso y floreció en estos años.

Naturalmente, un elemento importantísimo en estos pueblos era la iglesia, casi siempre en la plaza, cerca de los otros edificios oficiales: Ayuntamiento, centros sociales y lugares de ocio y encuentro. La creación del espacio religioso requería de elementos decorativos y figuras religiosas y de artistas que colaboraran con los arquitectos que dirigían la obra. Pintura, escultura, vidrieras, hormigón, madera, hierro, mosaicos y azulejos se emplearon para embellecer este espacio de oración. Muchos artistas del momento, entre ellos Pablo Serrano, Manolo Rivera, Manuel Millares, Canogar, Rodríguez Valdivieso y José Luis Sánchez, uno de los más prolíficos, participaron en la tarea y con estos materiales sencillos y técnicas y formas innovadoras crearon un arte nuevo para expresar la religiosidad, introduciendo así en España nuevas corrientes artísticas que ya triunfaban en Europa hacía años y convirtieron en museos las iglesias de estos pueblos y otras que en ese tiempo se construyeron en nuestras ciudades.

En este contexto, el 9 de enero de 1959, ocurre la tragedia de Ribadelago, un lugar alejado de los principales focos de aquel plan de desarrollo, en la orilla de un lago entre montañas, algunas nevadas durante todo el año, y sin tierras que colonizar. El general Franco se apresura a prometer a los supervivientes un nuevo pueblo. Después de unos meses de "lucha", para elegir el lugar de construcción, las autoridades, en contra de la mayoría de los damnificados, deciden hacerlo en unas tierras de labor que se habían salvado, un kilómetro más abajo, junto a la carretera y justo donde el lago, que no es más que un ensanchamiento del Tera, comienza. Y sin tener demasiado en cuenta el paisaje, el paisanaje, el clima ni la vida de sus habitantes se toma para Ribadelago uno de aquellos proyectos de pueblos blancos, pensado para Andalucía.

La empresa navarra Huarte y Cía es la encargada de construirlo. Diseña la iglesia y dirige su construcción el arquitecto Santa Teresa, y con él hace su inmersión en nuestra vida el escultor José Luis Sánchez, joven, manchego, espiritual, honesto y sencillo como todos los grandes hombres; que había trabajado ya con Fernández del Amo y otros arquitectos, junto a los artistas del grupo El Paso y lo más granado del momento. Santa Teresa llama a José Luis, para que realice la vidriera del templo de Ribadelago y este acepta y crea esa obra luminosa para la fachada principal. Representa el Pantocrátor y los símbolos de los cuatro evangelistas y llena de luz y colorido todo el espacio interior, sobre todo por la mañana, cuando tenían lugar los principales actos de culto. Adaptada al paramento triangular que la contiene, su belleza se aprecia también desde el exterior.

Por otro lado, es entonces también cuando el Ministerio de la vivienda encarga a nuestro escultor el monumento a las víctimas de la tragedia que habría de colocarse en la plaza del nuevo pueblo cuando este estuviera terminado. Para José Luis supone una distinción, un privilegio, poder hacer esta obra que tiene un significado y una carga emotiva muy especial y entrañable.

El monumento estaba formado por una estructura de hierro muy ligera y vertical en cruces, en la que se apoyaban dos grupos escultóricos: un calvario y una bella piedad, y en la parte más baja una banda de hormigón con la dedicatoria a las víctimas en letras de hierro y por detrás los 144 nombres de los desaparecidos.

Cuando, una vez terminado, lo presentó, el monumento sufrió una severa censura, un golpe bajo para la obra y para el artista: El ministro Arrese rechazó la figura de la piedad, porque su gesto, mirando al cielo, era de protesta, de indignación, de interrogantes ante lo ocurrido, y según él, poco sumiso y religioso. "Así que tuve que cambiar la cabeza, hacer otra mirando al suelo, en actitud de sumisión y aceptación, de resignación y silencio. Tuve que hacerlo, aunque con mucho pesar por mi parte. Fue una humillación para mí y una espina que aún hoy me duele".

Al fin el monumento fue entregado con la modificación pertinente.

" Supe después que no se había colocado porque los vecinos no aceptaron su ubicación en el lugar de ocio y encuentros festivos que es una plaza de pueblo, no les gustaba el recuerdo de las víctimas en este sitio. Yo lo entendí".

Luego se contempló la opción de colocarlo en un lugar de la orilla del lago donde reposan los restos de la mayoría de las víctimas pero al final no se hizo. El monumento no llegó a colocarse en ningún otro lugar. "Santa Teresa me dijo que las figuras del calvario se habían utilizado en el retablo de la iglesia y ahora usted me lo ha confirmado".

¿Y La Piedad censurada? Por fortuna también la tenemos. Está colocada en un lugar bastante íntimo, en un rincón para mí mágico y con una fuerza espiritual muy fuerte. Podemos admirarla todos los días. Sabiendo, eso sí, que no es exactamente la que su autor creó.

José Luis guarda como una joya única y muy querida aquella preciosa cabeza cercenada; símbolo del dolor, de los tiempos que vivíamos, de la rabia y las ganas de gritar, a la que se le impuso la aceptación y el silencio como a los supervivientes para los que fue creada.

También en el Museo de mi memoria, ese que se crea solo con las vivencias y el tiempo, ocupa un lugar muy preferente esa bellísima cabeza, cargada de significado.