La difícil relación de Rodríguez Zapatero con la oposición venezolana entorpece su papel mediador. Este señor, que ha sido el peor presidente en la historia democrática de España, no quiero entrar en honduras aunque bien podría, se ha arrogado papeles internacionales para los que no está facultado. Lo que España y su propio partido le niegan, es decir, notoriedad, protagonismo, se lo está arrogando en ese papel que le viene grande y que desarrolla junto a los expresidentes de República Dominicana y Panamá intentando lo que son incapaces de conseguir: dar una salida urgente a la profunda crisis que enfrenta Venezuela.

Zapatero ha creído que siguiéndole el juego al tirano Maduro, o sea, arrimándose al poder establecido, por corrupto y antidemocrático que sea, ya cumple con el requisito de mediador y ha establecido líneas rojas para entablar un diálogo imposible. Ha vetado a la dirigente opositora María Corina Machado y al gobernador de Miranda, Henrique Capriles, una de las voces más críticas contra el régimen dictatorial de Maduro. En Venezuela no creen en ZP. De forma inteligente, Capriles ya había manifestado su desconfianza hacia el exmandatario español y su capacidad, he ahí la cuestión, para ejercer de mediador. A ZP le viene fallando la capacidad desde mucho antes de proclamarse presidente del Gobierno de España. Sus dos legislaturas sirvieron, fundamentalmente, para reconocer sus notorias incapacidades.

Al "ex" patrio le gustan las comodidades que le proporciona el régimen y se dedica a viajar, al parecer en secreto, en aviones de la estatal Petróleos de Venezuela. Cuán torpón demuestra ser. No cae en la cuenta de que eso evidencia sus fuertes vínculos con el chavismo, para evitar el referéndum revocatorio que permita terminar el mandato de Maduro por la vía democrática, referéndum que pide ya más de un 80% del pueblo venezolano, y así ganarle tiempo en el cargo a su íntimo amigo Nicolás Maduro. Es tan sumamente pobre lo que el madurismo ofrece, que no se sostiene. Maduro cree que liberando a algunos presos emblemáticos, como Leopoldo López, al que no tardaría en volver a encarcelar, conseguiría evitar el referéndum revocatorio que el propio chavismo creó y que ahora es la figura más odiada por el régimen de Maduro. Seguir en el cargo es lo único que importa al presidente venezolano. Si en verdad ZP fuera un demócrata convencido no se sometería a los dictados del sátrapa venezolano. La propuesta de Zapatero, mediar excluyendo a ambos líderes, es indigna y antidemocrática.

El proceso de entendimiento no termina de arrancar porque los mediadores, por lo menos el español, no son los adecuados. El de mediador es un papel de suma importancia en conflictos como el que sufre Venezuela y a ZP le viene en exceso grande. Si no supo detrás de lo que se andaba en España, ejemplos hay a barullo, cómo va a saber reaccionar y terciar en una país del que solo conoce que está en el mapa. El rol de Zapatero está en entredicho. Y no solo por su impericia, hay fundadas sospechas de que su presencia está patrocinada por el régimen de Nicolás Maduro.