Las elecciones generales se habían celebrado en España en 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, pero el entonces presidente del Gobierno, conde de Romanones, convocó nuevas elecciones en 1916 que se celebraron el día 9 de abril. El resultado fue que el partido Liberal, liderado por el Conde de Romanones, obtuvo 233 escaños; el partido Conservador, que dirigía Eduardo Dato, 113 escaños; la Lliga Regionalista, de Francesc Cambó, 14 escaños, y otros partidos llegaron a 49 escaños más.

De nuevo quedó como presidente del Gobierno el conde de Romanones, pero en enero de 1917 dimitió a causa de enfrentamientos con el Ejército, que había creado las Juntas de Defensa. Al mismo tiempo, se rompió el Partido Liberal al ser expulsados del partido Manuel García Prieto y Santiago Alba Bonifaz.

Eduardo Dato formó un nuevo gobierno con conservadores, pero como tenía una mayoría inestable, provocó la convocatoria de la Asamblea de Parlamentarios, surgiendo, además, la Huelga General de 1917, que provocaría la dimisión de Dato en el mismo año de 1917.

El 5 de julio de 1916, el Gobierno celebraba una sesión, en la que el marqués de Camps la emprendió con graves censuras al gobernador civil de Barcelona, señor Suárez Inclán; el diputado catalanista señor Platja,acentuó las censuras dando motivo a que el ministro de la Gobernación hiciera una enérgica defensa del gobernador de Barcelona. El propósito de los diputados catalanistas resultó defraudado, puesto que del debate y de la acertada intervención del ministro resultó que sus denuncias no eran más que una maniobra política.

Estos eran los vaivenes que había en la gobernación de España hace cien años. Si vemos al Gobierno español desde la perspectiva de la actualidad, nos encontramos ante una situación sin precedentes, con un Gobierno en la interinidad desde hace seis meses y con una mayoría insuficiente para formar Gobierno si no hay el apoyo necesario de los partidos de la oposición.

Parece no haber otra salida que forzar la investidura del partido más votado; puesto que, de persistir las posturas de intransigencia del Partido Socialista, lo peor que podría ocurrir sería una tercera votación perjudicial para todos los españoles y sobre todo con una gran pérdida de votos del partido que no facilitase la investidura ahora.

Lo que sí podemos ver actualmente y también hace un siglo es que en política todo es imprevisible, sea con mayorías absolutas o con minorías en precario.