Después de haber pasado algunos días en el norte de Portugal, he quedado influenciado por algunos pasajes de la historia del país vecino que los guías nos contaban en torno a las visitas que realizábamos a edificios de Oporto, Braga y Guimaráes. De entre tantos relatos que escuchábamos, extraigo el que se refiere a Pedro I y su esposa Leopoldina, cuando llegan a Brasil, luchan por su independencia y doña Leopoldina se convierte en emperatriz de Brasil.

Leopoldina de Hasburgo fue un personaje decisivo en la historia del imperio portugués en Brasil. Con todo, fue en principio conocida como una mujer frágil, dominada por el marido, de actitudes pasivas y sin cualquier voluntad política. La verdadera historia fue que la joven archiduquesa contrajo un matrimonio de conveniencia con el que consideraban "bello como un Adonis" Pedro de Braganza, heredero de la corona del Reino Unido de Portugal, Brasil y El Algarve.

A finales de 1817, Leopoldina llega a Río de Janeiro. Una parte de la corte, liderada por la reina Carlota Joaquina, la recibe con frialdad. Preferían "una portuguesa o una española". Don Pedro se deshace en atenciones con ella y durante muchas noches viven grandes pasiones amorosas, pero el príncipe de Brasil termina en brazos de una amante. Despreciada por su marido, Leopoldina se refugia en intentar conseguir la alegría de la maternidad.

En 1821, después del regreso de don Juan VI a Portugal, cuando las "revolucionarias" cortes portuguesas retiran a Brasil la categoría de Reino, Leopoldina deja de lado los rencores y se dedica a ayudar a don Pedro a pesar de que la humillaba paseando por Río de Janeiro del brazo de la bella y astuta Domitila de Castro.

Ante la inminencia de un posible ataque portugués, Leopoldina aconseja a su marido separar el territorio brasileño de la madre-patria y erigirse como emperador. Para acallar los rumores que trataban de desprestigiarlo, en noviembre de 1826 el emperador decide ir a defender la provincial de Cisplatina. Antes del besamano de despedida, obliga a su esposa embarazada a estar al lado de la amante. Sin atender sus excusas, don Pedro trata de obligar a doña Leopoldina a entrar en el salón donde se realizaría la ceremonia. En esa noche, el estado de salud de la emperatriz se agrava peligrosamente. Después de haber llegado a tener siete hijos (a uno por año) fallece a los 29 años, el 11 de diciembre de 1826, a consecuencia de un aborto.

Lo cierto es que, a pesar de las humillaciones que sufrió, doña Leopoldina acabó desempeñando un papel decisivo en la independencia de Brasil. Era muy querida por los brasileños, que dolorosamente lloraron su muerte. Su apoyo a la causa de la independencia le valió el apodo de "La Paladina de la Independencia".