Ante la incertidumbre política de estos días, o más bien la certidumbre de que las cosas no saldrán bien, muchos cristianos se preguntan qué hacer aparte de ir a votar. Las lecturas de hoy nos dan consuelo en este sentido.

En el Antiguo Testamento se promete una paz que solo llegará en los tiempos mesiánicos, cuando Dios, refundando la Nueva Jerusalén, haga "derivar hacia ella, como un río, la paz". Una paz que no depende de los esfuerzos humanos, sino que es entregada gratuitamente por Dios. Aunque es cierto que el cristiano no deja de ser ciudadano y que la fe nos impulsa a transformar las realidades de este mundo impregnando las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales con el Evangelio, la salvación del mundo no depende de nosotros ni de nuestro voto, sino de Dios.

San Pablo conecta la paz y la misericordia de Dios no con ser partidarios de la circuncisión (de derechas) o de la no circuncisión (de izquierdas), sino en la identificación con la cruz de Cristo como criatura nueva. La tarea de la Iglesia no es una tarea política (aunque la Iglesia tenga una doctrina también sobre la política). Lo importante es la identificación del cristiano con Cristo y su Evangelio, y no la adscripción a este o a aquel partido político. Tampoco está la salvación en un partido confesional católico u otro con cierta connivencia con la Iglesia, pues el Evangelio no se agota en ninguna opción política y ningún partido se identifica plenamente con él.

En el evangelio de hoy Jesús nos da algunas orientaciones:

"Os envío como corderos en medio de lobos". El mundo y sus estructuras siguen bajo el poder del pecado y son hostiles al Evangelio. No hay que dejarse engañar con palabras bonitas y falsas promesas (sobre todo en tiempo de elecciones). Hay mucho lobo suelto en esto de la política.

"No llevéis alforja, ni talega, ni sandalias". El proyecto de Dios no depende de los medios materiales (que son necesarios), sino que es mejor permanecer libres de "amigos" a los que hay que saludar, y confiar en Dios.

"Cuando entréis en un pueblo y no os reciban...". El Evangelio puede ser rechazado por pueblos, civilizaciones o sociedades enteras. No depende de nosotros; sigamos con la tarea de predicar el Reino de Dios en otros lugares.

"No estéis alegres porque se os someten los espíritus". El creyente no se alegra porque sus planes terrenales se cumplen sobre su adversario, sino por haber sido fiel a la tarea encomendada, aunque todo haya sido un fracaso.

Así que "estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo", aunque la política esté hecha un desastre pese a vuestros esfuerzos.