Se trata de un razonamiento que escucho últimamente muy a menudo y que parece cabal: la población envejece y sin sangre nueva y nuevos cotizantes, el sistema se va al demonio. Pero espera...

Un momento... Decimos que necesitamos personas jóvenes que coticen, pero no basta con una de las premisas, sino que las dos deben venir juntas. ¿Y cómo se entiende que esos jóvenes inmigrantes van a cotizar si los nuestros, escasos dentro de una generación escasa, tienen que coger la maleta e irse a cotizar a otro lado?

¿De veras necesitamos más personas cuando no somos capaces de dar empleo a una quinta parte de la población actual? ¿Qué pensiones nos van a pagar si lo que falta es empleo, y no mano de obra?

Lo que la idea oculta, creo yo, es que necesitamos personas que trabajen por menos de lo que cualquiera de los nacionales aceptaría, para que, malviviendo, vayan poco a poco cotizando y pagando nuestras pensiones. Lo que en realidad se dice es que preferimos que los nuestros se vayan y traer a otros más baratos, en un nuevo proceso de depauperación vía salarios.

La frase, que parece amistosa y solidaria, oculta en realidad un ataque frontal contra la dignidad de los trabajadores. Buscar inmigrantes que paguen nuestras pensiones mientras la población actual sufre el desempleo es buscar el efecto sustitución, la bajada salarial, o la externalización sin necesidad de mover la fábrica de sitio: producir con salarios chinos sin salir de España.

Es lo que tienen las frases bienintencionadas: que no saben esconder su veneno del todo.