Ya estamos en julio, con las vacaciones ahora o en agosto por delante, con o sin nuevo Gobierno, que poco más o menos acabará siendo el mismo o parecido, con los pueblos de Zamora recuperando por unas semanas la población perdida, aquella que tuvo que salir en busca del trabajo que aquí no hay, y con la cosa, en fin, algo más animada. Hay que celebrarlo porque con la llegada del calor, llega también como cada año la liberación fiscal de los contribuyentes, que somos todos, después de estar trabajando medio año para pagar impuestos, lo que viene a significar que a partir de ahora lo ganado será para quien lo trabaja y no para las arcas de las administraciones públicas.

Aquí, hasta hace poco, hasta que el PP subió la fiscalidad a nivel de los países más desarrollados, como si no estuviese España,que lo está, en el furgón de cola de la UE, este asunto, que es casi como una celebración ya, pasaba casi desapercibido, al contrario de lo que sucede en los países anglosajones, donde el fin del primer semestre se espera con ganas por eso, precisamente, de la liberación fiscal, que semana más o menos, viene a coincidir en todos los sitios. Ahora, este año, dos informes nacionales han venido a coincidir en sus datos, con la misma conclusión: demasiadas contribuciones, tasas y tributos para el nivel salarial existente en España y en general para el nivel de vida del país. Y que nos quedemos como estamos, porque ya saben la promesa de Rajoy a Bruselas, acerca de mantener impuestos y recortar servicios dada la inmensidad inabarcable de la deuda acumulada.

El caso es que hasta el mes de julio, los españoles llevamos pagados de media más de 15.000 euros en impuestos, de media, hay que insistir, con lo que según los expertos se cubre todo el ancho espectro fiscal vigente, directo, indirecto, nacional, regional, local: el IVA, el IRPF, las cotizaciones sociales, el IBI, y demás tasas y gravámenes, tantas que parece que se están pagando continuamente durante todo el año, aunque ya a finales de junio resulta que se haya trabajado lo suficiente para pagar la carga fiscal de todo el ejercicio por parte de los contribuyentes: asalariados, autónomos, comerciantes, etcétera, pues los que tienen más recursos ya cuentan con la ingeniería y los paraísos fiscales. Una persona en estas condiciones y que llegue a vivir 83 años habrá trabajado durante más de 40 para el pago de sus obligaciones impositivas con el país, su comunidad y su ayuntamiento.

La gente lo entiende y lo comprende, sabe que con sus impuestos se mantiene la sanidad, la educación, las pensiones, los servicios sociales, las carreteras y hasta el AVE, pero se indigna luego y mucho cuando se destapa la corrupción, y cuando florece el dispendio y el despilfarro a costa de los contribuyentes como suele ocurrir. Es tan grande la carga fiscal que supera casi en un 30 por ciento al resto de los gastos domésticos habituales como alimentación, ropa, vivienda, transportes, hostelería, ocio y cultura. Eso sí, a partir de ahora, ya y durante lo que resta de año, otros seis meses, todo lo trabajado y percibido se queda en casa. Desde luego que es para celebrarlo.