Aún circunspecto, trato de comprender qué nos está pasando. Intento ser comedido en el análisis de los resultados electorales del último domingo. No encuentro respuestas ni diagnósticos definitivos. Por eso recordé, como en tantas ocasiones, a nuestro preclaro filósofo, Ortega y Gasset, y su obra "España invertebrada" publicada en 1921. Viene a ser el antecedente de "La rebelión de las masas", publicada a partir de 1926 en el diario "El Sol". Cuando habla de invertebración, está queriendo decir que nuestro país, aquel de los años veinte carecía de esqueleto social, de estructura que mantuviera erguida a la nación. Dos causas concurrían entonces, los particularismos, que conducen a la desintegración y la "ausencia de los mejores", el rechazo a las élites por parte del pueblo, de las masas. En el prólogo a la segunda edición de este ensayo dice: "No puede esperarse ninguna mejora apreciable en nuestros destinos, mientras no se corrija previamente ese defecto ocular que impide al español medio la percepción acertada de las realidades colectivas". Casi cien años más tarde, encuentro muy ajustadas estas palabras al día de hoy.

Después de varios años de crisis económicas, políticas, sociales y culturales, encontramos una respuesta pública, cuanto menos, sorprendente. La última convocatoria electoral coloca en cabeza al partido político responsable, en gran medida, de tan crítico escenario. El PP y sus programas económicos han aumentado de modo alarmante las desigualdades en España, principal y más grave fracaso de cualquier política económica. Este partido se ha financiado ilegalmente, sus cargos y dirigentes han creado redes de corrupción para enriquecerse a costa de las arcas públicas. Sus decisiones políticas, desde diferentes Gobiernos, han deteriorado los servicios públicos, sanidad, educación y servicios sociales. Lo mismo han hecho con la cultura y la investigación, ningunearlas para llevarlas al actual estado de postración.

Parecería que ese "español medio", del que habla nuestro pensador, no fuera consciente de la realidad colectiva, porque si lo es, ¿qué le mueve a dar apoyo a quienes le han causado tales perjuicios? ¿Son los miedos, perfectamente publicitados por los siervos de los mercados financieros, quienes han vencido a los deseos de otras políticas? ¿Ya no deseamos con la suficiente energía? ¿Si nos hemos quejado con tanta fuerza, por qué sucumbimos tan fácilmente al chantaje de los poderosos?

"El deseo, secreción exquisita de todo espíritu sano, es lo primero que se agosta cuando la vida declina". Con esta sentencia, Ortega, no se refiere solo al anciano, más bien quiere aludir a la vida de los pueblos y, por ende, a la nuestra. Me preocupa que no seamos capaces de votar por un porvenir deseable y sí por un futuro apenas soportable. ¿Qué vida nos espera?

Las nuevas formas de hacer política, el activismo social de los últimos años, nos hacen concebir esperanzas. Se han dado pasos, a veces titubeantes, con otro espíritu, otra ética y con otros deseos. Dentro del marco institucional que tenemos, resulta difícil hacer las cosas de otra forma, porque, "si existe una verdadera cárcel de lo posible, esa es la política". Cito a Marina Garcés, joven filósofa que acaba de publicar: "Filosofía inacabada", porque tiene razón, en este país no se puede salir del rígido marco con barrotes, so pena de convertirte en radical, extremista, populista y hasta "venezolano". Hay riesgos para la nueva política, claro, y el más importante sería considerar que ya hay en el parlamento gente de los nuestros, de los buenos. Es necesario preguntarse por cada uno de nosotros, por qué compromiso público asumimos personalmente, anónimamente.

Ya vemos a unos y otros, representantes patéticos de su cárcel, lanzar proclamas celebratorias, hasta el ínclito Aznar, de risa equina y dicción de repelente pijo, se felicita del triunfo de su enemigo personal, el señor Rajoy, célebre autor de monólogos desestructurados, vergonzoso futuro presidente. También acudió, rauda, Susana Díaz, para avisar de que el PSOE es mucho partido, líderes de la izquierda, evitadores de que los disolutos de Podemos se crezcan y destruyan España. Sigo preguntándome cómo esta lideresa y la cúpula de su partido, siguen mandando en un partido que se dice obrero. Ninguno de ellos ha conocido un trabajo, nunca han tenido un empleo con un salario y un turno, no, ni Pedro Sánchez, ni Hernando, ni Óscar López, ni la mencionada Susana. Tampoco los dirigentes de Castilla y León, Tudanca o Ana Sánchez se han visto en semejante trance. Toda su vida ¿laboral? ligada al partido, directa o indirectamente. Así, sus objetivos no pasan por defender los intereses de los trabajadores desde la izquierda, no, que va, solo les interesa su cargo, su puesto de salida en las listas. Si en la izquierda aparece otra opción política que pone en riesgo nuestro puesto, pues a por ellos. Por eso ganó Rajoy. Esta banda no tiene, en absoluto, deseos de una vida mejor para la mayoría, que seguramente fuera posible colaborando con otras fuerzas progresistas, no, esto les parece secundario, su mayor ilusión es su poltrona.

El deseo, como el movimiento afectivo hacia algo que se apetece, según la RAE, nos pone frente a lo verdaderamente importante, los afectos, las emociones, que tantas veces ocultamos o acallamos vencidos por los miedos. Sin deseo no hay saber, ni amor, ni vida feliz.