El 28 de junio la Iglesia celebra la memoria de Ireneo, que nació entre los años 135 y 140 en el Asia Menor (actual Turquía) y fue discípulo de san Policarpo de Esmirna (discípulo directo, a su vez, del apóstol Juan). Ordenado sacerdote, lo encontramos tiempo después en la ciudad francesa de Lyon, un importante núcleo comercial de su tiempo. Tras estallar la persecución del emperador Marco Aurelio, fue enviado a Roma en el año 177 para una difícil misión, y a su vuelta fue designado obispo de Lyon, ya que durante su viaje el obispo san Potino había sido martirizado. Envió misioneros por toda su zona y se identificó tanto con su pueblo que hablaba el celta en lugar del griego. Estudió las doctrinas de los herejes gnósticos y escribió un tratado para contradecirlas, "Adversus haereses". Murió en torno al año 202.