Desde la mañana del viernes, nuestras vidas están presididas, marcadas y dirigidas por el "brexit", esa inglesada de los ingleses mayores, quizás nostálgicos del Imperio que se fue, que ha conmocionado al mundo. Los resultados fueron una sorpresa descomunal. Las consecuencias son una incertidumbre que se extiende por todos los ámbitos, desde el financiero al de la migración pasando por el turismo, la industria, la cultura, los fichajes deportivos (media selección española de fútbol juega en Inglaterra) y así sucesivamente. La pregunta de moda es ¿qué va a pasar ahora?, seguida de la inevitable y lógica ¿y a mí cómo me va a afectar? No hay respuestas claras y concretas, solo dudas, especulaciones, posibilidades, apertura de negociaciones para hablar de plazos y contenidos. Todo en el aire, aunque, a juzgar por las primeras declaraciones de Rajoy y de otros líderes europeos, no va a pasar nada grave e irremediable. Veremos.

Fue un terremoto inesperado, fuerte y dañino. Y ha pillado a los partidarios de la salida de Gran Bretaña de Europa sin un plan B, es decir sin haber diseñado el camino a seguir el día después. ¿Quién gestionará esa ruta si los dos principales partidos eran contrarios al "brexit", si la mayoría del Parlamento inglés apoya la permanencia en Europa? David Cameron, el primer ministro que pegó la patada en el avispero y lo han cosido a aguijonazos, propone dejar las cosas como están hasta octubre, mes en el que su partido tendrá nuevo líder puesto que él ya ha dimitido, si bien se ignora cuándo lo hará efectivo de verdad. Bruselas ya le ha dicho que no, que si han decido irse, que sea cuanto antes y con todas las consecuencias, o sea que nada de cerrar sus fronteras al tránsito de personas, pero permitir el libre paso de mercancías como ya han dejado caer, muy a la inglesa, desde Londres.

El catastrófico referéndum británico puede suponer también, como han apuntado varios expertos, la ruptura del Reino Unido ya que Escocia e Irlanda del Norte han votado contra el "brexit" y, por tanto, han optado por continuar en Europa. En Escocia ya quieren promover una consulta para independizarse. Y también va a suponer un choque brutal entre generaciones. Los jóvenes han votado en masa a favor de Europa; los jubilados se han inclinado, también mayoritariamente, por el "brexit". O sea que el futuro de las gentes de 18 a 35 años lo han determinado personas entre 65 y 85. En democracia, todos los sufragios valen lo mismo, pero?

Lo sucedido en el Reino Unido, acompañado de la caída de la libra, del hundimiento de las bolsas y del temor a una nueva crisis económica, entró de lleno en el último día de la campaña electoral española, aunque no fue objeto de debate, sino de reacciones más o menos parecidas. Todos los principales aspirantes a la Moncloa coincidieron en lamentar lo ocurrido y en pedir a los organismos europeos y a los países de UE una reacción rápida, potente y encaminada a solucionar los problemas que han conducido hasta el euroescepticismo y el rechazo a Europa.

Ni Rajoy, ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni Albert Rivera estaban por el "brexit", así que por ese lado no hubo discrepancias. Si las hay en todos los demás terrenos, incluidos los posibles e improbables pactos, que, desgraciadamente, se convirtieron en el eje de mítines, entrevistas y demás. Y digo desgraciadamente porque con tanto protagonismo de los pactos nos hemos quedado sin saber qué ofrecía cada uno y cuál era su programa concreto. El debate a cuatro sirvió para poco y el resto de la campaña fue una repetición de la anterior y una sucesión de declaraciones sobre declaraciones que no ha contribuido a aclarar casi nada. Sospecho que tampoco lo van a aclarar los resultados que conoceremos esta noche. Descartadas las mayorías absolutas, se abre un período que volverá a poner a prueba la capacidad negociadora de todos y cada uno. Los acuerdos se presentan muy complicados, especialmente si nos atenemos a lo que han dicho en campaña y a las diatribas que se han lanzado los candidatos.

Pese a este clima, o quizás por él, no debe cundir el desánimo que suele conducir a la abstención. Hay que ir a votar no solo por ser un deber ciudadano, sino porque es la única forma de influir en el Gobierno de España y de hacer oír nuestra voz, aunque sea bajito y, muchas veces, para que no nos hagan caso. No sirven las socorridas excusas de que un voto no vale nada, o da igual si voto o no, o es una pérdida de tiempo porque luego hacen lo que quieren? No. Como harán lo que les venga en gana es si unos triunfan porque gentes como usted se han quedado en casa. Téngalo en cuenta y, como dicen los toreros, que Dios reparta suerte. Falta nos hará.