Pocas cosas tenemos más sagradas que nuestro hogar. Desde una carpa para un inmigrante, un albergue, una chabola, una habitación de un piso compartido, hasta un piso en condiciones, todos pueden ser percibidos como un "hogar". La dignidad de mi vivienda la pongo yo, y nada produce más satisfacción que llegar después de día de trabajo a mi refugio, donde habitan mis seres queridos o mis recuerdos, mis gustos, mis hobbies, mi sillón preferido, mi descanso y mi ocio. Hacer del hogar y la vivienda una prioridad política es lógico, es uno de los grandes indicadores del bienestar, junto con la salud, la alimentación y la educación; pero hacer política significa implementar programas para que todos accedamos a tener una vivienda digna, a acoger a los "sin techo", a las personas que tienen serias dificultades, como los inmigrantes y desempleados, un gobierno que abogue por la solidaridad sostenible como solución a los graves problemas que se avecinan cuando miles de personas demandan un recurso que no existe y deban ser acogidos, pero esas soluciones nunca pueden pasar por la ilegalidad, ningún gobierno que se respete puede proponer, ni pensar siguiera, legislar al margen de la Constitución y la Ley. Vemos con horror la destrucción masiva de ciudades enteras, esa terrible aberración política que lleva al enfrentamiento de hermanos, tras la destrucción sigue la huida de miles de personas que abandonan sus hogares y marchan con lo puesto, pero esas propiedades, campos de labor, lugares de trabajo serán invadidas por los "otros", la propiedad privada ha sido abatida a cañonazos y tras las ruinas vendrán como buitres los amigos y colaboradores del régimen a reconstruir nuevas ciudades sobre las ruinas del "statu quo" anterior. Los que emigran por persecuciones, guerras o catástrofes naturales, casi nunca regresan. Las guerras mundiales del pasado siglo dejaron miles de europeos dispersos por el mundo y solo ahora, tardíamente, se ha reconocido el derecho de nacionalidad a sus descendientes.

Una vivienda digna es uno de los derechos humanos básicos, como lo es el respeto a la propiedad privada, uno de los fundamentos de una sociedad civilizada. ¿Por dónde deben pasar los programas de gobierno frente el problema de la vivienda? Construir más a menor costo y calidad?, reordenamiento urbano?, ¿rescate de viviendas infrahumanas: chabolas, pisos antiguos y en ruinas, adaptación de locales vacíos y naves en viviendas?, no importa la solución propuesta: reconstrucción, reforma, reclasificación, reubicación, transformación, traslado, fomento de la autoconstrucción, etc. Todas esas propuestas serán bienvenidas, pero ningún ciudadano puede permitir que se introduzcan medidas fuera de la legalidad como: ocupación, invasión, apropiación, porque así no vamos a entendernos. Empecemos por reconocer el derecho básico a la vivienda digna, sin transgresiones, con soluciones inteligentes y legales, construyendo entre todos una mejor sociedad, más justa y más digna, más solidarias, pero siempre dentro del marco constitucional y legal.

La nueva ocurrencia de Pablo Manuel Iglesias "de niño Manolín" nos dice que "despenalizar la ocupación de viviendas si llega al poder". No creo que sepa lo que dice. Esta afirmación está grabada como contestación a una pregunta del programa de la Sexta -del sábado 4 de junio- "La familia pregunta". Tuve la oportunidad de decirle personalmente que era anti-Constitucional y va contra la Declaración de los Derechos Humanos y la respuesta de él y de Irene Montero es que lo estudiarán. Creo que es muy grave ir engañando y desilusionando a la gente. Ya hay muchos esperando poder dar una patada a la puerta de una vivienda para vivir sin ningún coste penal ni económico a costa de los ahorros y sacrificios de los demás. Estas declaraciones pueden traer consecuencias que no queremos que se repitan.