Aunque de entrada a los políticos nadie les crea, y con toda la razón del mundo, y aunque en el anodino debate electoral del lunes todos se escondieron a la hora de fijar posiciones de cara a posibles acuerdos que tras el 26J sin mayorías absolutas permitieran la formación de Gobierno, ahora algunos partidos, sus candidatos, empiezan a descubrir planteamientos al respecto, aunque nadie pondría la mano en el fuego por que así vaya a ser a la hora de la verdad y definitivamente.

Lo que cada día que pasa parece más claro y es más de temer, es que estos posicionamientos que se están produciendo o no produciendo o acomodados a la cómoda ambigüedad, puedan conducir a una repetición, a cámara lenta, de lo ya sucedido hace unos meses, con todo lo que ello supondría, en especial, una nueva repetición de las elecciones. Hay que confiar en que finalmente se produzca algún tipo de pacto, aunque no se vea apenas por parte de quiénes pudiera ser. Porque hoy como ayer, nadie cede, y a no ser que el resultado del día 26 depare alguna sorpresa que pueda ser suficiente para romper el impasse, todo parece conducir al mismo callejón sin salida de antes. Por supuesto que, como ha sugerido algún dirigente político, a las urnas habría que ir sabiendo cuál es la disposición de cada cual respecto a pactos pero no será así por más postureo que se prodigue estos días de campaña dado que los candidatos quieren dejar la puerta abierta para dar paso a posibles entradas o salidas, y más en concreto porque ello pudiera restarles más votos de que los que se pudiesen ganar en el juego abierto. Queda tiempo para los escarceos y los avances pero de ahí no se va a pasar, como no se pasó tampoco hace medio año.

Los casos más significativos son los de PSOE y Ciudadanos, ahora por separado pero que mantienen puntos comunes aún. El principal, el rechazo a un acuerdo con Podemos, que sigue tendiendo la mano a los socialistas y que como se vio en el debate ha adoptado una postura más moderada y menos hostil. Por cierto, que Iglesias ha soltado que Zapatero fue el mejor presidente de la democracia y que le pide consejos. Pues si es así, apaga y vámonos. Y luego, la agresividad del nuevo Albert Rivera que no ha dudado en manifestar que no apoyará en ningún caso al PP de Rajoy ni siquiera absteniéndose para facilitar su investidura. Una nueva y rotunda declaración de intenciones que dejaría aislados a los conservadores a no ser que cambien de líder. Sin tanta firmeza, porque sabe lo que tiene detrás en su partido, Pedro Sánchez ha dicho lo mismo: que ni los socialistas apoyarán al PP ni le darán vía libre a través de la abstención. Pero Sánchez propone y el PSOE dispone.

O Rajoy se va a su casa o se podría volver a contemplar una especie de nueva edición del fallido pacto PSOE-Ciudadanos, sea Sánchez el segundo o el tercero más votado, con la esperanza baldía de la abstención de Unidos Podemos que, lo más seguro, formaría pinza de nuevo con el PP para bloquear el centroizquierda y poder seguir en la brecha, dispuestos a continuar en el poder o a llegar a disfrutarlo, por más que luego se escondan todos con eso de que lo hacen por el bien de España y de los españoles.