Pese a que todos los candidatos no dejan de expresar en privado y en público su seguro convencimiento de que tras el 26J habrá pactos y no más elecciones, la gente no las tiene todas consigo y llega a temer una nueva cita en las urnas, allá para diciembre, tras contemplar el largo debate, que de debate tuvo bien poco, de la noche del lunes 13 a través de las televisiones. Porque las posiciones de partidos y líderes continúan siendo las mismas, sin que ninguno de ellos parezca haberse movido ni un milímetro, como quedó bien patente.

Parecían cuatro tristes tigres ante las cámaras, tal vez porque son humanos y ellos, pese a lo que se juegan personal y políticamente, pueden haberse contagiado del cansancio y del hartazgo que sufre la población tras muchos meses en tal situación. No es que sin Gobierno se viva peor, sino todo lo contrario, pero el país necesita tener en funcionamiento sus instituciones y así no se puede seguir, porque España no es Bélgica, que estuvo dos años sin Ejecutivo por idénticas causas. La tristeza de Rajoy es congénita, a Sánchez le pesan y le pueden las presiones de los suyos, Pablo Iglesias parecía agotado físicamente y no dio la talla exhibida en otras comparecencias pues le falto agilidad y agudeza en las réplicas y firmeza en sus aseveraciones y denuncias. Solo Rivera, por Ciudadanos, asomó la cabeza, rompió el ritmo lento y el tono apagado del debate y generó tensión, breve pero intensa, al llegar el turno de la corrupción y la regeneración democrática, acusando por igual a Rajoy y al candidato de Unidos Podemos, los que hicieron la pinza bloqueadora antes, recordando al presidente en funciones las sombras de sospecha que sobre él recaen por sus pasada relación con Bárcenas, y a Iglesias la presunta financiación de Venezuela, invitando al del PP a la reflexión para no ser obstáculo a posibles pactos de gobernación.

El candidato del PSOE volvió a ser el peor valorado en las encuestas posteriores al debate, sin un ganador claro aunque el líder de Podemos volvió a llevarse la palma, con Rivera, Rajoy y Sánchez por detrás. Sin embargo, van a ser los socialistas muy posiblemente los que tengan la última palabra y decidan en consecuencia, si se cumplen los pronósticos de los sondeos previos. Al PP solo le apoya Ciudadanos, pero entre ambos partidos suman menos escaños que Unidos Podemos, PSOE y grupos nacionalistas. Si estos partidos votan contra Rajoy en la investidura, difícil es que pueda haber Gobierno, pues más difícil es todavía que Sánchez llegue ahora, tras lo sucedido hace meses, a un acuerdo con Iglesias. Solo queda o la gran coalición de los partidos constitucionales o la abstención del PSOE en la investidura dando paso a un Gobierno de PP y Ciudadanos, muy poco sólido al tener enfrente una oposición mayoritaria. Así que como para no tener miedo a unas terceras elecciones. Un temor más, que se une al que preconiza el PP sobre Rajoy o el caos, y al que infunde el oscuro radicalismo de Unidos Podemos, que a su vez aviva el temor a un pacto de centro derecha que supondría más de lo mismo para la gente. Total que van a ser unas elecciones, las del día 26, marcadas por los miedos.