El pasado domingo se celebró, yo diría que con más pena que gloria, el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Una jornada de obligada celebración, a tenor de la realidad devastadora que afecta a la población infantil de todo el mundo. Especialmente de América Latina, África y Asia. 168 millones de niños de entre 4 y 15 años, por lo tanto menores de edad, desempeñan tareas incluso peligrosas para su salud y para su vida. Cuando todos creíamos que la esclavitud se había erradicado definitivamente del mundo que habitamos, comprobamos horrorizados que más de 8,5 millones de estas criaturas para las que ni derechos ni libertades hay, están en situación absoluta de esclavitud. Con toda la depravación que también genera semejante "estatus". Son datos facilitados por la Organización Internacional del Trabajo. Es bueno recordarlo por si alguien piensa que es un invento más para tocar la fibra sensible de la sociedad.

Me parece terrible que en tantos y tantos países se estén utilizando generaciones enteras de mano de obra barata, baratísima, silenciosa y silenciada. Chavalitos y chavalitas que trabajan no ya en situaciones ilegales, que también, trabajan en situaciones insalubres y degradantes que dinamitan sus opciones de futuro y su dignidad. La OIT, que ha alzado la voz en medio de la impotencia generalizada al comprobar que esa cifra millonaria de chavalitos explotados crece y crece todos los años, ha centrado su objetivo en las cadenas de producción y suministro, de la agricultura a la manufactura pasando por los servicios de la construcción. Todas ellas son áreas sensibles donde puede estar presente el trabajo de los niños.

El género también importa. Las niñas son más invisibles, como si no existieran, quizá porque su fin sea la explotación sexual. Un mercado cada vez más amplio y horrendo que nutre a los autóctonos, pero también al turismo sexual que viaja desde otros continentes, la vieja Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia. En el continente asiático es donde se encuentra el principal mercado para la explotación sexual infantil. Aunque pedófilos de toda clase y condición se mueven por las redes, no tan impunemente como en un principio pudiera parecer. En lo que a España respecta, es de aplaudir los brillantes servicios que realizan la Guardia Civil y la Policía Nacional.

Si bien es verdad que son muchas las grandes compañías que toman medidas para evitar la presencia infantil en sus cadenas de suministro globales, gran parte del trabajo infantil se da en líneas de suministro para consumo local y nacional, problemática que tiende a ser ignorada, que los gobiernos de esos países no combaten y si lo hacen siempre es de forma tímida. Save the children ha denunciado que hay más niños de los que se pueden contar cuyo día a día consiste en "sobrevivir a las amenazas físicas, la violencia sexual o la pobreza crónica de una familia endeudada" que no duda en vender a sus retoños a sabiendas de su cruel destino.