Superación. Sentido del humor. Vitalidad. Optimismo. Amistad". No son palabras elegidas al azar. Son las que aparecen impresas en la camiseta negra que viste Sara en una de sus muchas fotografías que ha colgado en su cuenta de Facebook. A sus 20 años, no hay casi nada que se le resista. Afronta la vida con entusiasmo y unas ganas tremendas por descubrir nuevas experiencias. Sin duda, su actitud y su entereza aportan todo el sentido a esas palabras que evocan lo mejor del ser humano.

Sara reside en Benavides de Órbigo (León) y sueña con llegar a convertirse en una deportista de élite. Y, como a muchísimas chicas de su edad, le apasiona estar con sus amigos, salir de fiesta y viajar. "Me gustaría ir a San Francisco y Nueva York, pero antes quiero conocer bien España", afirma con firmeza mientras el brillo de sus ojos desvela una pasión incontenida. Qué quieren que les diga, Sara es todo energía, una chica que rebosa dinamismo por los cuatro costados, una persona excepcionalmente madura, que habla con orgullo de su familia y de su gente más cercana, aunque parte de esa gente vital se encuentre, por ejemplo, en Toledo. "Lo que más me gustaría es ayudar a los demás, hacerles ver que no hay nada imposible, que cada momento de la vida hay que disfrutarlo con intensidad y que hay que superar cualquier barrera". Lo dice una chica que asegura sentirse "feliz", para, a renglón seguido, sentenciar: "Estando con la gente que quieres para qué quieres más".

El próximo 19 de agosto se cumplirán dos años del fatídico accidente de tráfico que sufrió junto a otras cuatro chicas. Ella fue la peor parada. Una salida de vía a media tarde y varias vueltas de campana han cambiado no solo su manera de pensar, sino su modo de enfrentarse a la vida. "Soy más fuerte", subraya sentada en su silla de ruedas. Padece una lesión medular del nivel 5, pero eso no la ha impedido en los últimos tiempos esquiar o volar en un ultraligero. Puede que, incluso, ahora mismo esté por alguna parte de su pueblo, estrenando su "handbike" (bicicleta para personas con discapacidad). Su determinación es inconmensurable y estoy convencido de que, como vaticinó aquella psicóloga del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde estuvo ingresada nueve meses, llegará muy lejos. En próximas fechas se someterá a una nueva intervención quirúrgica. Todo con tal de recuperar fuerza y cumplir su sueño de competir como deportista. "Vivir aquellos meses en un hospital me han cambiado la forma de pensar; no puedo mover las piernas, pero tengo una familia y unos amigos maravillosos", comenta con indisimulada satisfacción. "Estoy viva y puedo hacer lo que antes, eso sí, con un poco de paciencia", añade desde una admirable humildad.

Las palabras rencor, rabia o desesperación no existen en el vocabulario de Sara. Puedo dar fe de ello. Es, créanme, todo un ejemplo de vitalidad, de superación y positivismo, justo lo que desea transmitir a toda la gente, en especial a los jóvenes. "Les diría primero que tengan mucho cuidado con el coche, porque un despiste bobo trae consecuencias graves; y lo segundo, que disfruten la vida a tope, que son dos días y hoy estás aquí, pero otro?", advierte durante una charla que ya me gustaría que muchos de ustedes tuvieran la oportunidad de escuchar. Y a eso, precisamente, la he animado a compartir su experiencia con los demás, algo que intuyo se logrará pronto.

Solo hay una cosa que la enoja de manera sustancial: la ocupación indebida de los espacios reservados en la calzada para las personas con discapacidad. Y solo una cosa que la entristece extraordinariamente: la impotencia y vergüenza que siente cuando ve las noticias con el trato a los miles de refugiados en el mundo. "No es la silla de ruedas la que me hace estar triste. ¿Cómo estarlo? Sería muy egoísta cuando he visto y veo gente que está peor que yo".

Sara Aller Mayo, gracias por tu esfuerzo y perseverancia. Gracias por ser un ejemplo constante para todos nosotros.