Un zamorano de los de toda la vida se explaya con amigos ante un café en la barra de un céntrico bar y cuenta sus dudas electorales. Jubilado hace años, se etiqueta como de centro, al igual que todo el mundo, y confiesa que nunca ha militado en ningún partido porque no se siente completamente identificado con ninguno, y que en todos ellos hay cosas que le gustan y cosas que no, así que procura amoldarse a las circunstancias. En realidad, es persona de orden, al que gusta que todo esté en su sitio y como Dios manda; ideológicamente está a la derecha del PP pero en algunos aspectos comulga con la izquierda, hasta con la extrema izquierda. Y fruto de ello, unas veces ha votado a unos y otras a otros: votó al tan recordado Antolín Martín para alcalde de Zamora, pero también al socialista Andrés Luis Calvo, y nunca apoyó en las urnas ni a Vázquez ni a Valdeón. El año pasado, la campaña electoral del PP le hizo girar 180 grados y decidirse por Guarido. Y en las generales, fue votante de Aznar y de Rajoy, hasta el 20D cuando se decidió por Ciudadanos. Pero ahora le han entrado las dudas.

Y se explica. Desea votar al PP de nuevo, aunque con ninguna confianza y tapándose la nariz para que no le llegue demasiado el pútrido olor a corrupción que desprende el partido. Sabe o cree saber que el voto útil está ahora entre Rajoy e Iglesias, el candidato de Unidos Podemos, aunque ambos dependan luego de Rivera o de Sánchez. Descarta repetir el voto a Ciudadanos, que ahora le parece mera fachada oportunista, y tiene decidido otorgárselo al PP. Va a votar a la derecha porque le parece la mejor solución, aunque sea lo malo conocido, pero es que Unidos Podemos le da pánico, sencillamente. Le gusta el cambio que ofrece, el acabar con el bipartidismo, pero no acepta los radicalismos que es fácil advertir en muchos de sus dirigentes que han convertido la nueva formación en un nido de extremistas resentidos, y teme que la subida de impuestos y tal vez la reducción de las pensiones, sobre todo las más altas, fueran las primeras nefastas consecuencias. Así que nada de aventuras.

Pero es de Zamora, siente cómo está Zamora de mal, de pobre, de atrasada a todos los niveles, la misma de siempre, en manos de los caciques de turno, y sabe que el desarrollo no llegará por parte de quienes han gobernado hasta ahora: PP y PSOE. Desearía que alguien representase a Zamora en Madrid, en el Congreso, batiéndose el cobre por la provincia. Y por eso, quisiera un imposible: votar al PP para el Gobierno pero al candidato de Unidos Podemos para diputado, representando a los zamoranos. Aunque sea en la oposición sería bueno y necesario contar con un representante auténtico, uno de verdad, uno que piense y reaccione ante los problemas de la provincia y no se limite como los del bipartidismo a calentar el escaño y apretar el botón que les manda su partido. Es todo un dilema, pero sin solución, así que tendrá que pensar bien lo que hace: o seguir como hasta ahora, resignadamente, o romper una lanza por el futuro y dar un paso adelante. El miedo, miedo a Unidos Podemos en este caso, es libre y lícito. Solo que a veces hay que decidirse, hay que elegir, hay que jugársela.