M acondo, el lugar mágico de Gabriel García Márquez en "Cien años de soledad", estaría al Noroeste de Colombia y sería, en realidad, un grupo de pueblos de la región de Antoquía. Los científicos han llegado a esta conclusión siguiendo una pista que el propio Gabo dejó en su obra maestra. Habla en ella de la "peste del insomnio" o de la "enfermedad del olvido" que se extendía sobre Macondo. Así la describía: "La india les explicó que lo más terrible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que, cuando el enfermo se acostumbra a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aún la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado". Esa peste era el alzhéimer, un mal que padecen de forma congénita los 5.000 descendientes de 25 familias portadoras en Antioquía de una mutación que los condena a la amnesia más cruel, casi siempre antes de los 50 años. Al alzhéimer lo llaman "la bobera de los Piedrahíta", por una de las familias portadoras de la enfermedad, cuyo origen podría estar en un pareja vasca. Según la agencia Sinc, la existencia de este grupo poblacional es la base de un ensayo clínico de la Universidad de Antioquía con fármacos que limiten los depósitos anormales de proteínas como los amiloides y que se relacionan con el alzhéimer. Los resultados no se publicarán hasta 2021 y quizá puedan aportar una salida para curar uno de los grandes males del siglo XXI que, en "Cien años de soledad", se erradicó gracias a una bebida que trajo el gitano Melquiades "tras regresar de la muerte". El hombre siempre ha luchado contra el olvido. Por eso escribió libros, plantó árboles, tuvo hijos... Ahora estamos criando un nuevo tipo de olvido. Se llama "amnesia del medioambiente". Así lo define en la revista "Science", Peter Kahn, investigador de la Universidad de Washington. Esa amnesia está causada por las megaurbes, que nos mantienen absolutamente desconectados de la naturaleza, de "la fuente de nuestra existencia". Según su estudio, esta desconexión propicia que las enfermedades mentales y los trastornos del estado de ánimo sean más comunes en las ciudades. "Sufrimos una enorme cantidad de enfermedades ligadas en gran medida a nuestra separación del entorno natural", advierte Kahn. Pero hay algo más. Cada generación elabora su idea de la naturaleza según sus experiencias infantiles. Así que si criamos, como lo estamos haciendo, a niños que jamás hayan sentido el asombro de colocarse bajo un cielo estrellado o se hayan arrastrado por la tierra en busca de bichos, jamás serán conscientes de la necesidad de salvar un planeta seriamente tocado por la acción del hombre. La amnesia medioambiental "ayuda a explicar la falta de acción en los problemas ambientales, la gente no siente la urgencia o la magnitud de los problemas debido a que la referencia de su experiencia se ha desplazado", alerta Kahn.