Con los datos del último "supermartes", que se considera definitivo para confirmar quién será el nominado del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales del 8 de noviembre en Estados Unidos, sin ratificar cuando esto escribo, Hillary Clinton, la ex "first lady" y exsecretaria de Estado norteamericana, se ha declarado vencedora y ha celebrado ser la primera mujer candidata a la presidencia de un gran partido en Estados Unidos. Después de un candidato y posterior presidente negro, por cierto de su propio partido, le toca el turno a una mujer. Es Hillary, pero bien podía haber sido otra. La mismísima Condolezza Rice, que también fue secretaria de Estado, concretamente la número 66, por citar otro nombre conocido. Pero es que no se ha presentado otra. Hillary se ha mantenido firme contra viento, contra marea y contra Bernie Sanders y si el pueblo americano es inteligente, puede que lo consiga.

El que sea, menos Donald Trump. Si llega al Despacho Oval, puede ser el fin. Ese tío puede meternos en una guerra con otro igual que él, Kim Jong-Un, la versión coreana de Trump, un poco más joven, pero igual de machista, racista, belicista, engreído, provocador, ofensivo y beligerante con los derechos humanos. Dios no quiera que el empresario estadounidense de 69 años, nacido en Queens (Nueva York), pueda ni acercarse a la Casa Blanca. El electorado norteamericano debe movilizarse y mandarlo a los corrales de una puñetera vez.

Que vuelva a sus casinos, a sus negocios, a sus mujeres, a sus chorradas, pero que no ponga en peligro al mundo. Ya bastante tiene el mundo con soportar a tantos dictadores, megalómanos, fascistas de nuevo cuño, bolivarianos, corruptos, visionarios, oportunistas, pacifistas, belicosos, ingenuos (pocos), osados, populistas y demagogos. Aunque, a fuer de ser justos, también hay grandes hombres y mujeres de Estado. Trump ya fue nominado candidato virtual del Partido Republicano, cabe esperar que los republicanos no vuelvan a tocar sillón presidencial en la vida, si lo único que pueden ofrecer a los ciudadanos norteamericanos son ejemplares como el de marras.

No es que Hillary Diane Rodham, que perdió el apellido al matrimoniar con Clinton y casi pierde también el marido por no sé qué asunto políglota, sea mi candidato favorito. Alguno que me gustaba más se quedó en el camino. A muchos les faltó coraje. No debían estar muy seguros de sí mismos. De cualquier forma, lo de Hillary tiene mérito, mucho mérito y porque tiene enfrente a esa mala bestia, en todos los órdenes y sentidos, de Trump. No es que Hillary despierte mucho entusiasmo. Pero, ya digo, es mejor, mucho mejor, que el que tiene enfrente y con el que, además, se ha enfrentado de palabra en más de una ocasión. Si hace 8 años, Hillary reconoció su derrota frente a un desconocido Barack Obama por la nominación del Partido Demócrata, puede que ahora, tras ganar la nominación, también consiga el sillón presidencial que ella conoce bien, porque ya lo calentó su propio marido, el también "ex" presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton. Me alegra que una mujer presente batalla. Y que la gane. Y que, ojalá, no tengamos que arrepentirnos.