Faltan bien pocos días para comenzar una nueva campaña electoral, la tercera en un año, y no puede afirmarse con propiedad que se note la animación, pues lo único que se nota es el hastío tanto dentro del ámbito político como, principalmente, en la calle, entre la gente que tiene que decidir y que va a decidir lo mismo que ya hizo en diciembre pasado. Porque, a punto de campaña, van ya más de 30 sondeos conocidos, más los que faltan, y todos coinciden en lo mismo. Ganará el PP, con los mismos escaños poco más o menos -según la tendencia de los medios que encarguen y paguen la consulta- pero se producirá el sorpasso y Unidos Podemos pasará a ser el segundo partido en liza, a no mucha distancia del primero, superando al deprimido PSOE en votos, mientras Ciudadanos se moverá más o menos en los mismos márgenes que antes, y eso en el mejor de los casos.

La novedad es que ahora los candidatos coinciden en augurar que no habrá ya más comicios y que de la cita en las urnas del próximo día saldrá un nuevo Gobierno, que cada uno pretende que sea el suyo y así lo asegura. Pero ya se sabe cómo están las cosas. El PP confía en que la suma de sus escaños con los de Ciudadanos les otorgue una mayoría absoluta que acabaría con la larga incertidumbre. Es una confianza muy compartida. Pero según la mayoría de las encuestas no es tan fácil que ese deseo llegue a convertirse en plena realidad, y de no ser así, una hipotética unión de los partidos de izquierda y nacionalistas podría completar un giro de 180 grados y suponer el cambio total en la gobernación del país, la entrada en una nueva era política marcada por la incertidumbre, entre el temor y la esperanza. En ese sentido, esta vez, la última palabra la va a tener el PSOE, o formando la gran coalición con el PP, en la que ya sobraría Ciudadanos, o absteniéndose en la investidura y permitiendo la entente de Rajoy con Rivera aun sin conseguir la mayoría absoluta, lo que a su vez podría originar una oposición más fuerte que el mismo Gobierno de centro derecha, opción que, dada la soledad de Pedro Sánchez y sus limitaciones para tomar decisiones, parece contar con más posibilidades.

Aunque la campaña no resulte animada precisamente sí que va a ser movida en las televisiones, que ya han iniciado sus debates, aunque el número fuerte quede para el día 13, con los cuatro aspirantes, Rajoy incluido, ante las cámaras. Abrió la marcha el otro día un nuevo cara a cara entre Iglesias y Rivera, en un debate intenso pero pobre, personalista más que político, con el de Podemos aferrado a su radicalidad ya sin concesiones, y el de Ciudadanos ratificando la pobre impresión que causa en sus apariciones televisadas, con un discurso prefabricado y limitado. Los dos expresaron su antagonismo y aseguraron que ninguno de ellos apoyaría nunca al otro. Volvió a ganar Iglesias, pese al bajo nivel que tuvo el encuentro, donde no faltó, claro, Venezuela, recurso al que acudió pronto el centrista. Pero el de Podemos, o Unidos Podemos, sigue sin convencer tampoco, ni a muchos de sus votantes, por su tono intransigente, y se explica que sea junto a Rajoy uno de los político que más rechazo suscita.