Más de mil ahogados esta semana en el Mediterráneo y apenas alguna referencia aislada en la precampaña electoral española. Aquí estamos pendientes sobre todo de la batalla interior y de los líos de familia en cada casa. En el PP, Aznar lanza misiles contra Rajoy y advierte del gran error que supone la polarización deliberada con Podemos, quizás rentable a corto para los populares pero muy perjudicial para España y su gobernabilidad, obteniendo, como cabía esperar, un atronador silencio como respuesta. En Izquierda Unida, Cayo Lara cede el testigo a Alberto Garzón y confiesa que le va a costar mucho votarlo porque Pablo Iglesias lo ningunea y ni siquiera le deja aparecer en el debate a 9 de TVE. En Podemos solo la responsabilidad de Íñigo Errejón logra disimular el cisma interno con Iglesias, ahora aliado con sus críticos encabezados por Echenique. En el PSOE, campeones de la reyerta interna, cierran filas porque temen perder la condición de primer partido de la oposición. Solo Ciudadanos parece tener, por el momento, la casa en paz, salvo algún desahogo de los antiguos candidatos del 20D, pocos, relevados del cartel.

Este es un país que no mira al exterior, acostumbrado por desgracia a la irrelevancia internacional desde que Felipe González dejó la presidencia del Gobierno y Aznar se cohibió tras su fracasada aventura como sargento ayudante del belicista Bush y del arrepentido teniente Blair en la desdichada guerra de Irak, origen de la explosión yihadista que padecemos. La visita de Rivera a un campo de refugiados en Grecia y a la Venezuela decadente son hechos excepcionales. La presencia exterior de España se ha dejado en manos de las empresas, que no reciben la asistencia diplomática con que cuentan las francesas o americanas en su internacionalización, de los admirables voluntarios en las misiones humanitarias, de los esforzados militares en tareas de emergencia internacional y de algunas fundaciones bienintencionadas que tejen en solitario lazos que corresponderían sobre todo al Gobierno, si tuviera política exterior, y a los partidos. Así, por ejemplo, la Fundación Tres Culturas, participada por la Junta andaluza y al Reino de Marruecos, ha reunido esta semana a algunas docenas de periodistas de ambos lados del Mediterráneo en Málaga. "En el Mediterráneo se concentran todos los problemas del mundo actual, como en una dramática muestra", sostiene José Manuel Cervera, director de la Fundación. En el mundo, dice Cervera, hay guerras como en Siria, estados fallidos como el de Libia, estados quebrados como en Grecia, inmigrantes, refugiados, tensiones norte-sur, etc. Todo está en el Mediterráneo pero no esperen que los políticos españoles, salvo excepciones, giren su vista a esos problemas, acuciados por la incertidumbre electoral que les aflige.

Nadie sabe lo que va a pasar aquí en las urnas, ni cómo será posible formar gobierno en España después del 26 de junio. Las encuestas nunca se hicieron con muestras tan estrechas y la tendencia a decidir el voto en el último momento, junto con el hartazgo popular, puede deparar alguna sorpresa, incluso deformada por la abstención. Es relevante que en la última semana, en las conversaciones con todos y cada uno de los jefes de campaña de las principales fuerzas políticas. no hayamos hallado a una persona confiada en sus posibles resultados positivos sino a un grupo de personas atemorizadas, legítimamente, por lo que pueda pasar.

En cualquier propuesta política, hasta ahora, escuchamos más denigración ajena, que siembra de posibles alianzas. Hay más instinto de destrucción que de construcción. El panorama puede ser desolador el 27 de junio porque es evidente que serán imprescindibles pactos para formar gobierno. Cuanto más crezcan los extremos, PP y Podemos, por lógica, más lejos estará la solución. Pero los sondeos no anuncian que los partidos más centrados vayan a crecer. Quizás la ciudadanía, llegado el momento, prime a los que, por lo menos, intentaron formar gobierno y evitar elecciones. Pero puede darse la paradoja de un país indignado por la repetición de elecciones que vote poniéndolo todo aún más difícil y pidiendo en la práctica una tercera vuelta. Dios nos ampare.