Se escuchan quejas sobre una Europa solo monetaria, carente de alma, como si hubiera una oposición entre el espíritu, o alma y la economía. El espíritu es auténtico solo si se traduce en el modo de ser y de obrar, si se convierte en un modo de ver y de hacer economía, de darle sentido. A la Europa surgida después de Maastricht le hace falta asumir la defensa y la exigencia de valores universales que constituye, desde hace más de dos mil años, la esencia de la civilización europea.

La democracia que constituye la esencia de la tradición europea, se apoya en un continuo diferenciar entre posiciones contrapuestas, pero con el mismo derecho a expresarse y enfrentarse libremente. No obstante algunas posiciones no hay otro remedio que excluirlas, como aquellas que propugnen la violencia racista, por poner un ejemplo. Las transformaciones sociales que han creado tantas libertades, corren el riesgo de poner en peligro el valor supremo del individuo, del que no se debe ni se puede prescindir, y la racionalidad, hostigada, cada vez más, por un amasijo de ocultismo y superstición.

Gerardo Seisdedos

(Zamora)