Nos hallamos en campaña electoral. Los partidos políticos contendientes se esmeran en elegir sus estrategias con el fin de atraer votos para sus candidatos. Y las llevan a cabo con las mejores maneras y siempre pensando en el pueblo que las recibe. En estas circunstancias, cada partido obra según su manera de ser, acomodando su proceder a lo que considera más conveniente para su propósito.

Hay partidos que estiman muy beneficioso para sí mismos dedicar todas sus alocuciones a ensalzar los deméritos de los otros partidos, fijando su atención especial en el partido que considera más enemigo para sus pretensiones. Por eso se explica que, en este momento -"este momento" aquí quiere decir todo el tiempo posterior a las anteriores elecciones del 20D- en estos tiempos, por tanto, todos los restantes partidos parecen haberse puesto de acuerdo para señalar al Partido Popular como principal adversario y a su líder, Mariano Rajoy, como la persona más significativa de la animadversión. Esta manera de proceder, en mi opinión, es la que no debe regir una campaña electoral. Como han reconocido algunos líderes, lo más correcto en una campaña electoral es que los representantes de cada partido contendiente simulen olvidarse de todos los demás para fijar su campaña en presentar a los votantes todo lo bueno que han hecho ellos y todo lo mejor que aspiran a realizar, si ganan las elecciones. Algún partido especial -o mejor su líder-, si gana las elecciones, ha adelantado su propósito de formar Gobierno en muy pocos días (al contrario del "parón" que hemos sufrido estos cinco meses pasados), y fijar sus proyectos en efectuar todas las medidas que ha ido ofreciendo durante los años que ha estado en la oposición.

El Partido Popular, siguiendo su norma ordinaria, va de "bueno" por la campaña; y, en virtud de ese "buenismo", atribuye en exclusiva al pueblo español el mérito de lo que se ha conseguido en estos cuatro años de su Gobierno con mayoría absoluta. No solo el señor Rajoy, candidato admitido por todos los miembros de su partido como insustituible, sino también los demás principales representantes del partido, atribuyen al "pueblo español" el mérito de la mejoría que el país ha experimentado con las dolorosas medidas aplicadas en toda esta legislatura. Las cosas hay que exponerlas con arreglo a la verdad. En la actual situación ha intervenido en gran parte el pueblo español y no puede negarse. Pero el pueblo español de 2016 es el mismo pueblo español del 2008. Luego mucho tuvo que ver el cambio experimentado en la dirección del pueblo español durante estos cuatro años. Si en lugar de ganar las elecciones del año 2011 el Partido Popular, hubiera seguido la dirección que lo rigió en la legislatura anterior, no quiero ni imaginar dónde estaríamos ahora. Luego hay que atribuir el mérito a los dos elementos que han intervenido. Indudablemente otro pueblo no habría consentido lo que hemos aguantado los españoles; y, por tanto, mérito del pueblo es que hayamos llegado a la mejoría actual. Pero el Partido Popular y sus dirigentes han intervenido también de manera decisiva: supieron valorar al pueblo y estuvieron seguros de que podrían aplicar los "ajustes" ("recortes" los llaman otros), necesarios para alterar la dirección de nuestra Economía. Y, con esa seguridad, se atrevieron a exigir tales medidas, sabiendo -porque no son tontos- que era muy grande el desgaste que experimentarían con vistas a las elecciones siguientes. Creo que todos estamos convencidos de que el rechazo del que han hecho objeto al Partido Popular los líderes de los restantes partidos, y el pueblo en general, según la opinión del común, se debe a la brutalidad de los "ajustes" y las dificultades que ellos han traído a la población española.

Por eso mis palabras quieren ser una invitación a los populares para que moderen su atribución exclusiva al pueblo español y agreguen su parte en el éxito. De ahí mi frase que pudiera sustituir a la más "buena" de los populares; con dos palabras se incluye la gran participación que ha tenido el Gobierno y el gran beneficio que la verdad puede proporcionar al éxito de su campaña. El mismo pueblo que era el español hace cuatro años; pero bajo la dirección de otros señores que, con gran riesgo político, supieron llevarnos a través de las dificultades y las molestas privaciones: "El pueblo español, convenientemente dirigido".